Odiar
Odia, pero seguido ríete de todo, gánales con el humor. Pelea, es odioso no pelear por lo que merece la pena. Pero ríete y de paso, detesta a los que se ríen por todo. Odiar, sí, pero sin venganza, que da mucho trabajo.
Odia, pero seguido ríete de todo, gánales con el humor. Pelea, es odioso no pelear por lo que merece la pena. Pero ríete y de paso, detesta a los que se ríen por todo. Odiar, sí, pero sin venganza, que da mucho trabajo.
Dejémonos de buenrrollismo. Hay que odiar. Los intolerantes no se merecen otra cosa, tampoco los que les acompañan tres filas más atrás.
Hay que odiar a los que odian continuamente pero también a los que no odian a nadie. Bueno, a estos, sólo detestar. Odiemos a los agresivos, a los violentos, a los sectarios, a los que les ríen las gracias y a los que, además, sacan provecho de ellos, a los ideólogos del mal, a los intrigantes. Mírame como quieras, pero piensa que soy como tú, distinto a ti, pero como tú.
Odiemos con radicalidad a los radicales, a ver si se enteran. Hay que odiar que se tolere el mal sólo porque es mal menor. Hay que odiar la indiferencia, a los que hacen como que la cosa no va con ellos, las terceras vías, a los que mienten a sabiendas y algunas, o muchas, de las mentiras piadosas. Odiar la superficialidad, el exhibicionismo sentimental, el narcisismo de la generosidad. El hablar por hablar.
Sobre todo, odiemos al que odió mucho y durante mucho tiempo.
Lincoln dijo que «es imposible engañar a todo el mundo y siempre», vale, tampoco se puede odiar a mucha gente y siempre. Hay que echarle humor a la vida para que no se nos vaya por el desagüe del odio, porque caes justo a la arqueta con los que odias. Odia mucho y te quedarás solo. A lo mejor con razón, pero solo.
Hay que saber qué se odia. Dejemos el odio, odio, para las cosas importantes. Nos han puesto un mal gin tonic, qué se le va a hacer. Si odias muchas cosas, piensa que hay que ser muy tolerante con otras tantas, para compensar.
Odia, pero seguido ríete de todo, gánales con el humor. Pelea, es odioso no pelear por lo que merece la pena. Pero ríete y de paso, detesta a los que se ríen por todo.
Y odiar, sí, pero sin venganza, que da mucho trabajo. Odiar con las manos en los bolsillos. Que se peguen otros.
Tampoco hay que ponerse tan dramático, podemos hacer caso a aquello que decía otro presidente de USA, J.F. Kennedy, “puedes perdonar a tus enemigos, pero no olvides nunca sus nombres”.
Y si te parece fatal todo esto, puedes odiarme, olvidar mi nombre o lo que quieras.