El aislamiento
Si se observa con detenimiento esta preciosa imagen de la isla, se ve, muy al fondo, lo que quizás fuera un faro, donde tal vez algún torrero, mirando el horizonte, en su inmensa soledad, escribió con el pensamiento frases profundas como el océano.
Si se observa con detenimiento esta preciosa imagen de la isla, se ve, muy al fondo, lo que quizás fuera un faro, donde tal vez algún torrero, mirando el horizonte, en su inmensa soledad, escribió con el pensamiento frases profundas como el océano.
Como el escritor, la Naturaleza, para dar algo que merezca la pena, necesita el aislamiento.
En el caso de quien escribe, a veces rodeado de gente, con el ruido de una obra abajo, que debe ser parecido al de cuando empezó el mundo; incluso en un bar, donde todo es ruido de tazas y de platos y de voces que salen y entran y de pasos y de pensamientos que se dicen en voz alta, está el escritor, en una esquina del café, ensimismado, aislado, solo.
En soledad (quién sabe si la escritura es una compensación por la soledad que se ha vivido en vida) el escritor pone una palabra tras otra, y la Naturaleza las especies. A poco que se observe, se nota que la Naturaleza siempre está queriendo decir lo mismo de infinitas formas diferentes, que el principio y el final son muy parecidos, como palabras que estuvieran en el mismo saco, y que es la luz, igual que la lámpara del escritor sobre la mesa, la que permite ese relato inacabado.
También se aprecia que, es en la dificultad inherente a ese aislamiento, donde la Naturaleza consigue hacer verdaderas obras de arte, especies endémicas, únicas, paisajes terrestres y marinos irrepetibles, auténticos, como en la isla de El Hierro, recién declarada Geoparque por la Unesco.
Si se observa con detenimiento esta preciosa imagen de la isla, se ve, muy al fondo, lo que quizás fuera un faro, donde tal vez algún torrero, mirando el horizonte, en su inmensa soledad, escribió con el pensamiento frases profundas como el océano.