Gallardón abortado
El concepto de propiedad aplicado al cuerpo tiene sentido en una sociedad esclavista o en una sociedad de raíz protestante, en la que las almas poseen a sus cuerpos.
El concepto de propiedad aplicado al cuerpo tiene sentido en una sociedad esclavista o en una sociedad de raíz protestante, en la que las almas poseen a sus cuerpos.
Rechazado finalmente por el gobierno el anteproyecto de ley del aborto que preparaba Alberto Ruíz-Gallardón, a este último no le ha quedado más remedio que dimitir como ministro de Justicia del Reino de España.
La ley que preparaba Gallardón era acorde al programa electoral del PP, pero los que dominan las encuestas y estudios sociológicos, y que aconsejan al presidente del Gobierno, señalan, con razón, que esta ley sería muy contestada en la calle y le haría perder votos al partido gobernante.
Coincido. La mayoría de los españoles son proabortistas, aunque la inmensísima mayoría no tengan ni idea de lo que es un embrión, una mórula, una gástrula, el código genético, y menos aún hayan seguido el debate científico-filosófico que por lo menos desde Aristóteles, pasando por los escolásticos, hasta llegar a nuestros días, ha tratado esta difícil cuestión.
Los españoles creen que su cuerpo es suyo y que por tanto pueden hacer lo que quieran con él, pero en realidad su cuerpo son ellos mismos. El concepto de propiedad aplicado al cuerpo tiene sentido en una sociedad esclavista o en una sociedad de raíz protestante, en la que las almas poseen a sus cuerpos.
El cigoto, desde que posee carga genética única e irrepetible, inicia un desarrollo ontogenético en el que no hay cortes ni plazos; estos son puestos desde fuera por el biólogo, de tal manera que destruir este embrión humano es destruir la posibilidad de que se convierta en una persona, miembro de una familia que lo acoge y de una sociedad política, que depende de los individuos humanos que nacen en su seno para mantener su buen orden (eutaxia) y su recurrencia en el tiempo.
El tema requiere muchas páginas, pero los demócratas españoles no tienen tiempo para sutilezas. La democracia les concede una sabiduría innata.