Emergencia
Voy a esforzarme en escribir con prudencia y sentido común, algo que se presupone al periodista pero no siempre cumplimos. Esto es porque como humanos se nos escapa la imperfección entre tecla y tecla, más si leemos en la fotografía emergencia.
Voy a esforzarme en escribir con prudencia y sentido común, algo que se presupone al periodista pero no siempre cumplimos. Esto es porque como humanos se nos escapa la imperfección entre tecla y tecla, más si leemos en la fotografía emergencia.
Voy a esforzarme en escribir con prudencia y sentido común, algo que se presupone al periodista pero no siempre cumplimos. Esto es porque como humanos se nos escapa la imperfección entre tecla y tecla, más si leemos en la fotografía “emergencia”.
Hasta aquí lo que sabemos: hay una mujer afectada por el Ébola entre nosotros. Nosotros somos los siete millones largos de la Comunidad de Madrid, aclaro. Un marido en cuarentena en una habitación de hospital, un perro sacrificado, un barrio en alerta máxima y más de un centenar de hombres y mujeres aterrados porque de algún modo han mantenido contacto con la enferma en los días en que ella incubaba la devastadora enfermedad.
Cierto: con menos hacen una tv movie en EEUU.
Pero asimilar la realidad a la ficción es otro peligroso “virus”. Si bien todo que sucede se mueve en un doble plano, el de los hechos y la narración de los mismos que cobra una dimensión tan sólida como la verdad, también debemos de exigirnos cierta mesura encaminada a contener nuestra perversa imaginación. Sin entrar en responsabilidades públicas –que las hay y muchas-, pensemos que si empezamos a elucubrar sobre el efecto multiplicador del virus terminaremos quedándonos en casa envueltos en film transparente como croquetas.
Contamos los castellano parlantes con vocablos feos y otros tan bellos que una estaría repitiéndolos siempre. Hay palabras insustanciales –carentes de persuasión-, palabras transcendentes, paralizantes o que mueven a la acción aireando opiniones tras ellas. Emergencia es una. Cuenta con la fortuna de no pasar inadvertida, pero tal condición nos obliga a contar hasta diez antes de reaccionar. Ante ella hay que buscar soluciones, dar respuestas y no huir; sin embargo hasta el momento nos ha llevado por un camino de imprudencias.
Quizá debería haberse utilizado antes. Pero claro, la empleaban otros.
