THE OBJECTIVE
Amando de Miguel

La guerra de los mundos

No me refiero a la imaginativa ficción de H.G. Wells, sino a su traducción hodierna. Es la extraña guerra entre los yihadistas, los cruzados de la bandera negra, y los ejércitos de las democracias.

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La guerra de los mundos

No me refiero a la imaginativa ficción de H.G. Wells, sino a su traducción hodierna. Es la extraña guerra entre los yihadistas, los cruzados de la bandera negra, y los ejércitos de las democracias.

No me refiero a la imaginativa ficción de H.G. Wells, sino a su traducción hodierna. Es la extraña guerra entre los yihadistas, los cruzados de la bandera negra, y los ejércitos de las democracias. Los iluminados combatientes de la “guerra santa” se aprestan ferozmente a conquistar todo el terreno posible a sangre y fuego. A ser posible, se reservan el terreno con petróleo en su interior. De ese modo pretenden reconstituir el califato de los Omeyas o de la familia que fuere. Por muy estrambótica que pueda parecer tal pretensión, la cosa va en serio. Los yihadistas recurren a las viejas tácticas guerrilleras, que ahora llamamos terrorismo.

Los combatientes de los países democráticos reproducen la estrategia de la II Guerra Mundial: la alianza de fuerzas bajo el mando de los Estados Unidos. Con una novedad: ahora no quieren que haya bajas occidentales. Nada de desembarcos de Normandía. Confían en bombarderos, drones y misiles, más la carne de cañón de las tropas cipayas: de momento curdos e iraquíes. A los españoles nos toca el papel de dar cursillos de adiestramiento para que los cipayos aprendan a manejar las armas y a desfilar en orden cerrado. Puede que nos encarguen también el cáterin. Somos un ejército en misión de paz.

Con el esquema dicho, lo más probable es que los yihadistas ganen una batalla tras otra. Tratarán de engullir los países que fueron un día de la media Luna, incluido Al-Ándalus, desde Tarifa a los Pirineos. Ahí le duele para nosotros. Sigue sin respuesta la cuestión fundamental: ¿Quién vende armas a los yihadistas? Ellos no tienen nada parecido a la Krupp, la Thysen, la Mercedes o la BMW. Nos encontramos ante un misterio dentro de un enigma.

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