El silencio del bien
Es una buena noticia que en este diario se publique una información sobre las peregrinaciones a Fátima. Es una buena noticia porque es buena en sí misma: los peregrinos son, sin duda, gentes de paz.
Es una buena noticia que en este diario se publique una información sobre las peregrinaciones a Fátima. Es una buena noticia porque es buena en sí misma: los peregrinos son, sin duda, gentes de paz.
Es una buena noticia que en este diario se publique una información sobre las peregrinaciones a Fátima. Es una buena noticia porque es buena en sí misma: los peregrinos son, sin duda, gentes de paz. Gentes atribuladas o agradecidas, gentes felices o tristes, gentes pobres o ricas; gentes, todas, esperanzadas. No hay mejor noticia que la esperanza. Es, también, una buena noticia porque -salvo en los medios religiosos- en los diarios al uso no suelen tenerse en cuenta estas manifestaciones de la fe. Y son manifestaciones diarias y multitudinarias. Millones de personas peregrinan cada año a los santuarios marianos de Lourdes, Guadalupe, Fátima, Loreto,… Incluso a uno todavía no reconocido oficialmente por la Iglesia, ubicado en Bosnia Hercegovina, que se llama Medjugorje, donde, afirman, la Virgen María se aparece todos los días desde el año 1981, y donde se producen miles de conversiones y sanan miles de almas. Si la importancia de las noticias se midiese por la cantidad de gente que las protagoniza, sin duda estas peregrinaciones ocuparían cada mañana las portadas de todos los medios.
Sin embargo, el mal es ruidoso, efímero y terrible, pero escaso en comparación con la inmensa cantidad de habitantes del planeta que, atribulados o agradecidos, felices o tristes, pobres o ricos, viven en paz y armonía los unos con los otros. Sumen, si no me creen, la cantidad de muertos por violencia que aparecen hoy en este diario. Bien. En Fátima se congregaron más de 200.000 fieles en un solo día.
El mal necesita altavoces porque, si no los tiene, la ingeniería social que pretenden unos pocos desalmados multimillonarios no sería posible. Pero el mal lleva a la nada porque es la negación del ser. Los cristianos creemos, además, que lleva al infierno porque la injusticia no queda impune eternamente. Amén.