Indignados al ataque
Nueve años después de triunfar con la espléndida comedia Tiempo de valientes, el bonaerense Damián Szifron confirma su potencia narrativa y visual con Relatos salvajes, que se ha convertido en el filme argentino más taquillero de la historia, y representará a su país en los Oscar y los Goya.
Nueve años después de triunfar con la espléndida comedia Tiempo de valientes, el bonaerense Damián Szifron confirma su potencia narrativa y visual con Relatos salvajes, que se ha convertido en el filme argentino más taquillero de la historia, y representará a su país en los Oscar y los Goya.
Nueve años después de triunfar con la espléndida comedia ‘Tiempo de valientes’, el bonaerense Damián Szifron confirma su potencia narrativa y visual con ‘Relatos salvajes’, que se ha convertido en el filme argentino más taquillero de la historia, y representará a su país en los Oscar y los Goya. Precisamente las pinturas negras y bélicas del pintor aragonés son un claro referente de esta colección de seis cortos macabros y antisistema, independientes entre sí, pero unidos por las reacciones hiperviolentas de sus indignados protagonistas ante las sangrantes injusticias y desigualdades que padecen.
También comparten estos cortos un tono cómico muy negro, a veces truculento y obsceno, pero a través del cual se plantean con frescura lúcidas críticas a la creciente deshumanización de las sociedades desarrolladas y al consiguiente endurecimiento de las relaciones humanas, dominadas por un individualismo cada vez más feroz. Ante ese panorama, Szifron advierte a lo bestia del peligro de que muchos ciudadanos supuestamente respetables crucen la delgada frontera entre la civilización y la barbarie, y decidan saborear el innegable placer de perder el control y dejarse llevar, como Michael Douglas en ‘Un día de furia’ (1993), de Joel Schumacher.
El propio Schumacher, Sam Peckinpah, Sidney Lumet, Takeshi Kitano, Quentin Tarantino, Guy Ritchie y otros cuantos defensores de la violencia catártica deambulan por la rotunda puesta en escena de Szifron, de impactante planificación, generosa producción y un tenso ritmo sostenido, que hipnotiza al espectador desde el sensacional prólogo aéreo hasta el desmelenado desenlace nupcial, al tiempo que le permite disfrutar de una antología inmejorable de premeditadas sobreactuaciones. Ciertamente, pesan un poco las zafiedades y el pesimismo de la película; pero se suavizan en buena medida con humor mordaz, inteligentes reflexiones y una singular opción final por el amor y el perdón.