Mamá, quiero ir al universo
Hasta que un día descubres que por encima del azul hay más. Mucho más. Y ahí llega el momento: ¿un lugar lleno de estrellas? Oh, qué bonito. Mamá, quiero ir al universo.
Hasta que un día descubres que por encima del azul hay más. Mucho más. Y ahí llega el momento: ¿un lugar lleno de estrellas? Oh, qué bonito. Mamá, quiero ir al universo.
Miro esta foto y pienso… ¿quién no ha soñado alguna vez con ver el mundo desde ahí arriba?
Siendo una niña, cuando iba en avión, miraba por la ventanilla pensando “vale, esto es el cielo y aquí deben de estar mi abuela y abuelo paternos pero… ¿dónde? Porque no les veo… ¿y por encima de las nubes no hay nada?”
Hasta que un día descubres que por encima del azul hay más. Mucho más. Y ahí llega el momento: “¿un lugar lleno de estrellas? Oh, qué bonito. Mamá, quiero ir al universo”. Toma ya. “¿Y no había un sitio más lejos, hija?” me respondería mi paciente madre. No, no lo hay. Esa es la gracia. Lo que pasa es que luego se me fueron las ínfulas profesionales por otros derroteros.
Así que recordando esos momentos de mi infancia, veo esta foto y decido retomar el sueño dónde lo dejé. Entro en internet, voy a google y pongo “¿qué hay que hacer para ser astronauta?”, 516.000 resultados y una conclusión, que viajar al espacio es muy complicado. Encima nos dicen que es deprimente y estresante para los ‘afortunados’ que alcanzan su sueño, pero que han inventado unas gafas de realidad virtual para servirles de terapia.
A ver que me entere yo: ¿estás en el universo y te pones unas gafas para imaginar que estás caminando por el campo de al lado de tu casa? Pues vaya gracia. Al final resulta que ser astronauta no es tan bonito como pensábamos. Eso sí, no me importaría nada darme un paseo saltando de estrella en estrella. Hasta que descubra que me quemaría los pies y que tendría que recorrer millones de kilómetros entre salto y salto… Qué aguafiestas.