Restaurando el mundo
La cúpula del capitolio que aloja las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos ha comenzado a restaurarse. Hasta el poderoso Estados Unidos está en obras,¡mamma mía!
La cúpula del capitolio que aloja las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos ha comenzado a restaurarse. Hasta el poderoso Estados Unidos está en obras,¡mamma mía!
La cúpula del capitolio que aloja las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos ha comenzado a restaurarse. Hasta el poderoso Estados Unidos está en obras,¡mamma mía! El mundo se desquebraja y para arreglarlo un par de andamios, unas vallas o unos parches ¿no? Bueno Leticia, no hagamos demagogia.
Dejando a un lado el tono irónico literario, las obras del edificio en el que probablemente se deciden los asuntos más importantes del planeta, sirven como metáfora de lo que pasa en la calle. La sociedad se tambalea. Y se tambalea peligrosamente, y a veces tengo miedo de que ese balanceo provoque que la sociedad se caiga. En picado. Y lo peor, sin saber cómo de profundo es el fondo. ¿Qué por qué? Porque denoto cierto egoísmo in crescendo de las personas, cierto recelo a la hora de ser solidarios, cierto abandono de empatía y cierto olvido de la definición de generosidad. Bueno Leticia, ¡Qué no estamos tan mal!
No sé, igual soy yo. Aun así voy a utilizar estas últimas líneas para escribir algo, creo en el destino. Y mi poca experiencia en la escuela de la vida me dice que el trabajo es la única fórmula para conseguir un objetivo, que el fin (casi) nunca justifica los medios y que el tiempo pone las cosas y a todos en su sitio. Y como sigamos así el destino nos castigará muy fuerte. Bueno Leticia, tampoco exageres, que ni todos somos tan buenos ni todos somos tan malos.