Independencia, ¿para qué?
Dicen que el socialista Fernando de los Ríos viajó a Moscú en 1920 y le preguntó a Lenin que cuándo la revolución bolchevique traería la ansiada libertad para los ciudadanos.
Dicen que el socialista Fernando de los Ríos viajó a Moscú en 1920 y le preguntó a Lenin que cuándo la revolución bolchevique traería la ansiada libertad para los ciudadanos.
Dicen que el socialista Fernando de los Ríos viajó a Moscú en 1920 y le preguntó a Lenin que cuándo la revolución bolchevique traería la ansiada libertad para los ciudadanos. El camarada Vladimir Ilich le respondió: «Libertad, ¿para qué?». La respuesta define con escueta claridad el alma del comunista. Con las independencias pasa exactamente lo mismo, porque comunismo e independentismo son dos fenómenos religiosos, dos idolatrías del Estado.
Se celebran los 193 años de la independencia de Panamá. Fue un proceso -por usar el lenguaje de los secesionistas catalanes- poco o nada sangriento en su desenlace, y yo albergo serias dudas sobre los beneficios que obtuvo el nuevo país. La burguesía criolla de Panamá se ganaba muy bien la vida con el comercio en el istmo y la Corona Española no les tocaba mucho las narices. El Imperio Español pasó a ser colonial solo con los Borbones. Con los Austrias, tan españolas eran Medellín como Lima, Cuenca o Santander. Eran los reinos y virreinatos de Ultramar. Las Españas, en una palabra.
Luego, con la obsesión centralista borbónica, aquellos españoles pasaron a formar parte de unas «colonias» -penoso cambio, por supuesto-, aunque siguieron viviendo la mar de bien. Fue la influencia de la Revolución Francesa y las ideas masónicas que ésta exportó al mundo lo que minó la hispanidad de las Américas.
Los ingleses, más prácticos, no solo se limitaron al campo intelectual. Y así, un tal Gregor McGregor llevó el asunto al campo de la guerra y, al mando de una expedición militar británica, tomó Portobelo y les dio un empujoncito los burgueses locales en su camino a la independencia. El resto de la historia es conocido. Que los panameños, o los filipinos, o los portorriqueños, vivan mejor con los yanquis como protectores es algo que, insisto, pongo seriamente en duda. De igual modo, si los catalanes se independizaran jamás lo harían ellos solos: necesitarían una ayuda exterior. Ya la obtuvieron de Francia en siglo XVII y salieron muy escaldados. Les apoyó Mussolini en los años 30, vía Estat Català, y la cosa no acabó de funcionar.
Hoy, más allá de la manipulación de los medios extranjeros, no parece -de momento- que ninguna potencia esté por la labor. Pero todo se andará: España fue mucha España y su destrucción total interesa a muchos. Veremos.