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La mujer como medio

Y siempre en medio. Entre la denuncia pública y la cultura sectaria que las representa. Atrapadas en el desdichado cuerpo femenino que nunca se beneficia de un gobierno masculino (por no decir machista).

Opinión

Y siempre en medio. Entre la denuncia pública y la cultura sectaria que las representa. Atrapadas en el desdichado cuerpo femenino que nunca se beneficia de un gobierno masculino (por no decir machista).

Y siempre en medio. Entre la denuncia pública y la cultura sectaria que las representa. Atrapadas en el desdichado cuerpo femenino que nunca se beneficia de un gobierno masculino (por no decir machista). Pero es que a ellas les representa la incultura, el analfabetismo y la opresión. Y no la otra cosa. Porque ya se ha visto antes en otros lugares y se seguirá viendo mientras el defensor del pueblo sea quién promueva estos actos ‘culturales’.

La excusa amansa tanto a moralistas internacionales como a las que pudieran ser las madres de las (últimas) 12 fallecidas. O al menos, antes de que fallecieran. Sobretodo en ‘aquellos países’, tan lejanos a nuestra ética cultura contemporánea. Porque se sigue escuchando. Frases como “esto es normal en su país” o “están acostumbradas”.

Sí, en la India quizás están acostumbradas a que los hombres decidan por ellas. Quizás sea normal que una niña sea violada por su tío, que su hermana sea obligada a casarse con el primo y que la tercera se someta voluntariamente a un programa de eugenesia gratuito, que es lo mejor que le podría pasar para evitar alguna de las circunstancias anteriores. Como por ejemplo tener una hija siendo pobre y viviendo en la India. Seguramente nuestra hipotética chica ha sido cautivada con la idea de un método rápido y eficaz que le ayudará por lo menos a no ser la incubadora de hijos de un marido no deseado o la madre y prima, al mismo tiempo, de su propia hija, que vete tú a saber con quién se retorcerá más la cosa. Además, recibirá 10$ con los que podrá comer, comprar un electrodoméstico usado o un billete de tren a ninguna parte. Y sólo a cambio de unos pocos derechos naturales. Y de un poco de humillación. Y de eludir las miradas, las cámaras y los ánimos y consuelos de una manada de hombres correctos que la rodean y llevan en brazos. Porque lo está haciendo bien y el país se lo agradece.