THE OBJECTIVE
Paco Segarra

El populismo, ¿es malo?

La República Checa celebra el 25 aniversario de la «revolución de terciopelo» que acabó con el comunismo en el país, al amparo de los movimientos iniciados en Polonia por Lech Walesa.

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El populismo, ¿es malo?

La República Checa celebra el 25 aniversario de la «revolución de terciopelo» que acabó con el comunismo en el país, al amparo de los movimientos iniciados en Polonia por Lech Walesa.

La República Checa celebra el 25 aniversario de la «revolución de terciopelo» que acabó con el comunismo en el país, al amparo de los movimientos iniciados en Polonia por Lech Walesa y el sindicato obrero «Solidarnosc», y del apoyo inestimable de San Juan Pablo II, Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Pueden, pues, calificarse las revueltas anticomunistas de aquellos países sometidos al yugo soviético como populares. Como fue también popular el derribo del Muro de Berlín. Todo ello fue popular porque era el pueblo el que, harto de tiranía, se rebeló contra el sistema marxista, opresor e injusto. ¿Podría hablarse de un populismo bueno? Ciertamente, sí. En otro sentido, las medidas de Roosevelt y su «New Deal» durante los años 30 del pasado siglo, pueden considerarse populistas, con el matiz de que al incremento de las cargas impositivas se sumó la supeditación del entramado empresarial al poder del estado, siempre según los parámetros estadounidenses, que difieren en buena medida de los europeos e hispanoamericanos.

Un pensador de profundas convicciones católicas, alejado radicalmente de los postulados comunistas, José Antonio Primo de Rivera, saludó como bueno y justo el nacimiento del socialismo. Y tenía razón. Hay muy pocas cosas malas «per se»: una pistola, por ejemplo, es mala si se usa para asesinar a alguien; es buena, en cambio, si se utiliza en legítima defensa propia. Las drogas pueden curar o matar, depende de la dosis. Condenar, sin más, todo populismo es caer en una burda generalización -disculpen: todas las generalizaciones son burdas-. El populismo depende también de la dosis. El primer peronismo trajo un notable desarrollo económico a la Argentina; y el franquismo tardío convirtió a España en la décima potencia industrial del mundo. La República Popular China es un gigante económico. Podría seguir con los ejemplos, pero se me agota el espacio. ¿Será malo Podemos? Dependerá de la dosis que España pueda metabolizar. Y dependerá de la imaginación de los profesores de políticas para alejarse de marxismos trasnochados y de populismos caribeños -malos, éstos sí, sin duda-.

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