En el barro
Siete cuerpos yacen tendidos en el barro. Están boca abajo. Plantas de los pies mirando al cielo, rodillas flexionadas, zapatos que caen. Los acaban de sacar del autobús que les llevaba hacia su destino final sin ni siquiera saberlo.
Siete cuerpos yacen tendidos en el barro. Están boca abajo. Plantas de los pies mirando al cielo, rodillas flexionadas, zapatos que caen. Los acaban de sacar del autobús que les llevaba hacia su destino final sin ni siquiera saberlo.
Siete cuerpos yacen tendidos en el barro. Están boca abajo. Plantas de los pies mirando al cielo, rodillas flexionadas, zapatos que caen. Los acaban de sacar del autobús que les llevaba hacia su destino final sin ni siquiera saberlo. Y son solo siete de las 28 víctimas mortales de un grupo terrorista que los ejecutó por no profesar la religión que a ellos les parece adecuada. Así que la macabra hilera es cuatro veces más larga.
Había 60 pasajeros. La selección es sencilla: si profesas mi religión te perdono la vida y si no lo haces, te la quito. Yo aprieto el gatillo, así que yo decido. Me da igual quien eres, de donde vienes, qué haces, qué sueñas o con qué capas te ha cubierto la vida. La mía me ha dejado ciego, sordo y mudo y arrastro un pesado manto de lodo que podría aplastar a cualquiera. Ahora he decidido aplastarte a ti.
La humanidad entera se desangra y se mueve como puede sepultada bajo una inmensa masa de barro marrón en forma de odio, de ignorancia, de fanatismo, de una escandalosa falta de amor por el otro. Estos 28 pasajeros nigerianos han finalizado su trayecto y se han unido a los casi 300 del avión derribado en Ucrania o a los 192 que viajaban en los trenes de Madrid el 11 de marzo de 2004, a los 43 estudiantes mexicanos, los 69 jóvenes de la isla noruega de Utoya o a las 757 mujeres asesinadas durante una década en España por sus parejas o exparejas. No hay rincón del globo que se escape de este lodo. Suma y sigue. Así es cada día la vida en nuestro planeta. Muriendo y matando por los siglos de los siglos.