No son de aquí
En esta parte del mundo, nos quejamos de los malos tiempos que nos están tocando vivir. Es el Apocalipsis de la crisis económica, la corrupción y el paro. Comparado con las desgracias de otros lugares, nada.
En esta parte del mundo, nos quejamos de los malos tiempos que nos están tocando vivir. Es el Apocalipsis de la crisis económica, la corrupción y el paro. Comparado con las desgracias de otros lugares, nada.
Después de leer los periódicos, ver los noticiarios de televisión, escuchar las noticias de la radio y las elocuentes fotografías de The Objective, llego a la triste conclusión de que este mundo está podrido.
Medio mundo está permanentemente envuelto en guerras interminables, otro medio sucumbe a plagas infecciosas, y otra gran parte de la humanidad muere de hambre y sed. Solo esa minoría que tuvo la suerte de nacer en el lado correcto, parece salvarse de tanta catástrofe, aunque de vez en cuando también sufra los avatares propios de las sociedades avanzadas y desarrolladas.
En esta parte del mundo, nos quejamos de los malos tiempos que nos están tocando vivir. Es el Apocalipsis de la crisis económica, la corrupción y el paro. Comparado con las desgracias de otros lugares, nada.
En África mueren de inanición mientras que a pocos cientos de kilómetros al norte, la obesidad, por exceso de ingesta de alimentos, se convierte en un problema de salud. Problema de ricos, evidentemente. En este lado del planeta cada vez que meamos unos pocos centilitros de orina, usamos diez litros de agua potable para deshacernos de ella. En algunos países eso diez litros podrían salvar vidas. La nuestra es una sociedad del despilfarro. Con lo que nosotros tiramos podrían vivir casi todos los que ahora mueren de hambre. Pero eso no parece importar mucho a nuestros dirigentes más preocupados por otros temas, alejados de lo que más interesa a los ciudadanos.
Seguramente si nuestros dirigentes descendieran de sus carrozas y se pasearan sin escoltas por la calle, se tomaran unas cañas en cualquier taberna y hablaran con la gente de a pie, para enterarse de cómo nos va la vida a los simples ciudadanos, la cosa pudiera cambiar. Pro no, ellos cruzan las ciudades en sus enormes coches, a gran velocidad, para no contaminarse, volando bajo, sin saber ni cuánto cuesta una entrada de cine, un café, una cerveza, o un kilo de alubias.
Ellos no son de aquí, no son de este mundo.