THE OBJECTIVE
Hermann Tertsch

El descalabro del zar

Él ha metido a todos los rusos en este lío. Él creyó ser indestructible con sus inmensos ingresos por las exportaciones energéticas. E imbatible con tan solo blandir su terrible arma del petróleo y el gas.

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El descalabro del zar

Él ha metido a todos los rusos en este lío. Él creyó ser indestructible con sus inmensos ingresos por las exportaciones energéticas. E imbatible con tan solo blandir su terrible arma del petróleo y el gas.

El primer ministro ruso Dmitry Medvedev llegó a ser una esperanza reformista en Rusia. De eso hace mucho. Dejó de serlo cuando siguió el juego a Vladimir Putin en turnarle obedientemente el cargo de nuevo para burlar a la constitución con su prohibición de tres mandatos seguidos. Ahora de nuevo primer ministro, le toca a Medvedev intentar paliar el desastre en el que su jefe ha metido a Rusia. Y le va en ello todo, porque muchos señalan a Medvedev como primera víctima probable de esta crisis que ha hundido el precio del rublo, generado pánico entre los inversores y planteado por primera vez una seria crisis del régimen de Putin. Él ha metido a todos los rusos en este lío. Él creyó ser indestructible con sus inmensos ingresos por las exportaciones energéticas. E imbatible con tan solo blandir su terrible arma del petróleo y el gas. Se lanzó a un sueño geoestratégico y cuasimesiánico de hacer resurgir un imperio ruso en todo el territorio de la antigua URSS. Y no quiso ver que, aunque Occidente es cobarde y fácil de asustar, a la larga y en el mundo actual, Rusia era y es mucho más vulnerable que sus adversarios.

El precio del crudo se lo ha hecho saber y mucho antes de lo esperado por nadie. Porque un hundimiento del precio de esta magnitud no era previsible y ha desarbolado al régimen de Putin, descabalgado presupuestos y expectativas y disparado angustias y precariedades. Sus planes comenzaron a torcerse cuando Ucrania se rebeló contra los planes de Putin de recomponer un imperio bajo su trono. Y fue castigada con la invasión de parte de su territorio y una guerra. Pero no la ha ganado Rusia.

Las sanciones occidentales por las agresiones de Putin han tenido cada vez mayor efecto sobre el sistema financiero y bancario. Es decir también ha tenido gravísimas consecuencias para los oligarcas con los que Putin gobierna Rusia. Y para cuadros del aparato del Estado. Es decir, en las alturas hay seria insatisfacción por una aventuras de Putin, en su agresión a Ucrania y anexión de Crimea, que no ha salido ni mucho menos como estaba previsto. Y también hay ya gran insatisfacción en las capas bajas de la población, que son las que sufren especialmente por las sanciones de represalia impuestas por Putin a Europa Occidental. El boicot a alimentos europeos ha subido drásticamente muchos precios en el consumo de la ciudadanía.

Putin lleva muchos años amenazando a Occidente con su arma de la energía. Y su propaganda ha cultivado esa leyenda de que los países europeos occidentales dependen poco menos que de la generosidad de Rusia para cubrir sus necesidades energéticas. Lo cual es del todo falso. Los europeos tienen muchos otros productores deseosos de suministrar. Es Rusia la que depende dramáticamente de sus ingresos por las exportaciones energéticas para alimentar a su población. Suponen más de dos tercios del total de sus exportaciones. Otra gran parte corresponde a otras materias primas. Rusia apenas exporta nada con valor añadido. Como cualquier país del Tercer Mundo. Eso sí, con armas nucleares y un ejército cada vez más poderoso y bien armado que devora el 20% del presupuesto. Por lo menos.

El zar Vladimir Putin está en serios aprietos. Pero nadie puede alegrarse de una descomposición del régimen que casi por necesidad sería violenta en muchas partes de la inmensa Rusia. Necesario es el fin del sueño imperial y expansionista de Putin y la travesía del régimen desde el actual nacionalismo agresivo a un sistema abierto y racional. Pero resulta improbable que Putin reaccione con prudencia y humildad ante la tremenda cadena de reveses que sufre en estos momentos. Y muchos temen que para evitar protestas y resistencias internas, diseñe una política de mayor enfrentamiento exterior. Hay que desear por tanto que la gravísima crisis lleve a Putin a asumir una senda conciliadora. Hay que tener todo preparado para el muy probable escenario de que haga todo lo contrario.

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