No es país para nómadas
Los gitanos no son bien acogidos en ninguna parte. De hecho, su modo de vida no parece compatible con el modelo de sociedades occidentales.
Los gitanos no son bien acogidos en ninguna parte. De hecho, su modo de vida no parece compatible con el modelo de sociedades occidentales.
Los gitanos forman la más importante minoría étnica asentada en Europa, con unos once millones de personas aproximadamente. La mayor parte de esta población vive en los países del Sur y Este de Europa, concentrados principalmente en asentamientos irregulares próximos a áreas urbanas.
Los gitanos no son bien acogidos en ninguna parte. De hecho, su modo de vida no parece compatible con el modelo de sociedades occidentales. Prueba de ello son los numerosos incidentes en los que se han visto involucrados en los últimos años, algunos de los cuales han tenido relevancia internacional. En Italia en el año 2008, la muerte de dos niñas gitanas ahogadas en Torregaveta, cerca de Nápoles, ante la indiferencia de los bañistas de la zona escandalizó a la opinión pública internacional. En el año 2009 en Hungría fueron asesinados en un ataque planeado, un padre gitano y su hijo en la localidad de Tatárszentgyörgy, a unos 60 kilómetros de Budapest. Un año más tarde, en Francia, se produjeron fuertes altercados en los que unos 50 gitanos intentaron tomar la comisaría de policía de Saint Aignan como respuesta a la muerte de un joven gitano a disparos de un agente. En Grecia en el año 2013, los militantes del partido neonazi Amanecer Dorado intentaron arrasar un barrio gitano en Etolikon, quemando a su paso viviendas y vehículos.
La crisis económica de los últimos años busca culpables. Se han radicalizado discursos que vuelven a calar en el electorado. En el 2010 Sarkozy inició en Francia una campaña para la deportación de gitanos rumanos y búlgaros a sus países, la cual ha sido continuada por el gobierno de Hollande. Berlusconi en Italia se mostró favorable a la propuesta francesa y endureció su discurso sobre la inmigración. En Grecia y Hungría, el fuerte peso de los partidos xenófobos, ha planteado medidas más radicales. Y tenemos más ejemplos cercanos como la cruzada del alcalde de Badalona contra los gitanos rumanos emprendida en el año 2010. Como siempre surge la duda sobre la relación causa-efecto entre la sociedad y la política. De cualquier forma, todas estas medidas adoptadas ponen de manifiesto la contradicción europea, donde los gobiernos nacionales apelan a su propia soberanía según o no les conviene. Así, mientras que los principales países europeos vetaban la entrada de Rumanía y Bulgaria al acuerdo de Schengen prevista para el año 2014, la comisaria europea de Justicia (ya ex), Viviane Reding, invocaba a la libre movilidad de personas y a los derechos humanos para criticar las políticas de persecución contra el pueblo gitano.
La expulsión y deportación de gitanos por parte de muchos países europeos constituye un problema transfronterizo en el que los deportados son discriminados no sólo en los países que los expulsan, sino también en sus propios países de origen, donde siguen siendo minorías. Así parece que, en los próximos años, la máxima aspiración del pueblo gitano será la de seguir siendo una Nación sin Estado que no sea perseguida por ningún Estado del mundo.