Ilustrados atontados
Las religiones son públicas, por mucho que algunos se empeñen en lo contrario. Lidien con ello, señores políticos.
Las religiones son públicas, por mucho que algunos se empeñen en lo contrario. Lidien con ello, señores políticos.
Europa es ese continente que en los últimos 20 años ya sólo vive de las rentas de su pasado como centro del poder mundial. Ahora sólo exporta ideología y unos cuantos Mercedes. Entre los componentes de ese pensamiento viscoso, compuesto de fundamentalismo democrático, sentimentalismo protestante y cinismo antiamericano, destaca por su propio peso el tratamiento de la religión como algo privado, que se puede consumir de manera individual como consumimos libros, películas, electrodomésticos o cinco marcas diferentes de yogures o chocolates.
Es por ello que bajo estos principios el Islam no supone un problema. Uno lo consume en casa, y cuando sale a la calle es igual que un luterano o un católico, un budista o un judío. Y sin embargo, esto no es así. La realidad nos lo impone día tras día. El musulmán, cuando sale a la calle, ejerce de musulmán, tal y como le exige su fe. Y no suena bien a sus oídos eso de que la religión es privada, o peor aún, que en el fondo dice lo mismo que el cristianismo o el judaísmo, pues todas son “religiones del Libro”.
Estas ideas del s.XVIII, propias del movimiento ideológico de la Ilustración, cuyo objetivo principal era atacar a la Iglesia Católica, son las que nos informan a día de hoy, y han creado, con su insensatez y su monumental error de análisis sobre la religión, los enormes problemas sociales que la inmigración descontrolada de musulmanes está provocando en toda Europa Occidental. Alemania está viendo cómo muchos de sus ciudadanos empiezan a rebelarse ante esta situación. Y es posible que se extienda a otros países ante la absoluta desidia y estupidez de muchas élites políticas.
Las religiones son públicas, por mucho que algunos se empeñen en lo contrario. Lidien con ello, señores políticos.