Reflexiones sobre Charlie
La respuesta a los hechos ha sido masiva y contundente. Nada ni nadie puede justificar el asesinato de otro ser humano. Tampoco unas caricaturas satíricas (por muy mordaz que sea la crítica).
La respuesta a los hechos ha sido masiva y contundente. Nada ni nadie puede justificar el asesinato de otro ser humano. Tampoco unas caricaturas satíricas (por muy mordaz que sea la crítica).
No es fácil escribir cuando aún tenemos en la retina las espeluznantes imágenes de los atentados de París. La masacre en la redacción de Charlie Hebdo (DEP) ha marcado un antes y un después. Estamos ante lo que fue el 11-S estadounidense o el 11-M español.
La respuesta a los hechos ha sido masiva y contundente. Nada ni nadie puede justificar el asesinato de otro ser humano. Tampoco unas caricaturas satíricas (por muy mordaz que sea la crítica).
Creo que todos hemos estado pegados a la tele o al smartphone para seguir la noticia. No hemos podido digerir lo que más bien podría ser el storyboard de un cómic de acción. Pero no, esta vez era real. Dos yihadistas encapuchados interrumpían por sorpresa la reunión de redacción para acribillar a balazos a media pantilla.
El atentado nos ha roto el corazón a todos, con más dolor si cabe a los que nos dedicamos a esto. Sabemos que todo tiene un precio, también la libertad de expresión. Creo que nadie en su sano juicio podría justificar lo injustificable. Sin embargo, ya he escuchado a más de uno esta perversa frase: “han provocado, estaban avisados, luego sabían las posibles consecuencias”.
Esta argumentación podría abrir la lata de otro debate: “¿existe una barrera ética intraspasable?”. Me refiero a la existencia de códigos deontológicos cuyo objetivo es establecer los deberes y obligaciones morales y éticas que tienen que asumir quienes ejercen una determinada profesión. Ahí lo dejo.
Para mí es evidente que bajo la bandera de la libertad de expresión no vale todo. Entiendo que en el caso que nos ocupa estamos en un terreno pantanoso, ya que la sátira (como género periodístico) tiene un registro distinto.
La sociedad occidental tiene ahora que estar a la altura para no caer en la “islamofobia”. Y los musulmanes de bien tienen también un gran reto para imponerse a los violentos.