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El humor se muere

Poco después del ataque, a los miembros de nuestro Gobierno (el de la Ley Mordaza) se les llenaba la boca de palabras rimbombantes en defensa de la libertad básica y democrática de expresarse.

Opinión
  • Periodista y cineasta. Escribo, filmo y creo. He rodado 7 cortometrajes y trabajado en El Periódico de Catalunya, Ling Magazine, COM Radio y La Vanguardia. Ahora en Adams Editorial.

Poco después del ataque, a los miembros de nuestro Gobierno (el de la Ley Mordaza) se les llenaba la boca de palabras rimbombantes en defensa de la libertad básica y democrática de expresarse.

Semana negra para la libertad de expresión, para el periodismo, para el humor, ese gran incomprendido. El drama de Charlie Hebdo sacó anteayer a la calle a más de tres millones de personas que clamaban en defensa de la libertad de expresión y, poco después del ataque, a los miembros de nuestro Gobierno (el de la Ley Mordaza) se les llenaba la boca de palabras rimbombantes en defensa de la libertad básica y democrática de expresarse.

Al día siguiente, sólo al día siguiente de la masacre de París, el guionista y humorista Facu Díaz fue denunciado por la Asociación Dignidad y Justicia por realizar un vídeo satírico sobre una hipotética disolución del PP simulando a ETA en el que anunciaba el “cese de la actividad armada” y la “entrega de las armas” por parte de ese partido. En realidad era una parodia después de todos los casos de corrupción que nos tenemos que ir tragando, porque llegados a este punto, es casi como para tomárselo a risa. El caso es que Díaz comparecerá ante el juez de la Audiencia Nacional el jueves por ese vídeo.

Comparecer ante la Audiencia por contar un chiste puede parecer un chiste, es decir, una obra de ficción, pero no lo es. Es un hecho grave, una muestra alarmante de ausencia democrática, una señal de alarma de libertades que se mueren ante el advenimiento de una ley creada y aprobada por políticos que se fotografían sin pudor con el “Je suis Charlie”, que queda muy bien. Cínicos que no saben que andar mandando callar a la gente solo provoca que el grito posterior sea aún más grande. Porque quien grita último ríe mejor.