Europa, despierta!
¿Acaso las periferias no son lo que está fuera de nuestra zona de confort? Salir a las periferias siempre supondrá riesgo y sentir con el otro. De ahí que una consecuencia sea el sufrir por el Evangelio.
¿Acaso las periferias no son lo que está fuera de nuestra zona de confort? Salir a las periferias siempre supondrá riesgo y sentir con el otro. De ahí que una consecuencia sea el sufrir por el Evangelio.
Poco menos de un 7% son los cristianos en Sri Lanka. Pero el papa Francisco canonizaba este miércoles pasado al misionero Joseph Vaz, evangelizador de la isla. En su homilía destacaba su llamamiento a la unidad dentro de la libertad de creencias. Le escuchaban un millón de personas, según la policía del país, la manifestación pública más grande en la historia de Sri Lanka.
En su homilía de canonización el papa destacaba tres aspectos del santo que ahora pueden trasladarse también a nosotros, europeos y occidentales:
1) Salir a las periferias: Joseph Vaz “nos enseña a salir a las periferias, para que Jesucristo sea conocido y amado en todas partes”.
2) Sufrir por el Evangelio: El nuevo santo vivió en un momento en que “los católicos eran una minoría, y a menudo divididos entre sí; externamente sufrían hostilidad ocasional, incluso persecución”.
3) Ser icono de la misericordia de Dios: Pero en esa situación “llegó a ser para todas las personas un icono viviente del amor misericordioso y reconciliador de Dios”.
Nos gusta mucho la invitación del papa a “salir a las periferias”, pero que lo hagan otros; no nos gusta dejar nuestras comodidades, nuestros propios intereses (principalmente económicos), ni tampoco nuestras seguridades. ¿Acaso las periferias no son lo que está fuera de nuestra zona de confort? Salir a las periferias siempre supondrá riesgo y sentir con el otro. De ahí que una consecuencia sea el “sufrir por el Evangelio”. En occidente, durante mucho tiempo, hemos estado acostumbrados a que ser cristianos no suponía ninguna incomodidad. Y no nos preocupaba que en Oriente nuestros hermanos sufrieran todo tipo de persecuciones. Hemos comenzado a sufrir por el Evangelio con leyes, movimientos sociales y presiones anti cristianas. Pero sin darnos cuenta de que nosotros mismos hemos ido construyendo una sociedad atea y relativista de la que hemos querido eliminar valores que daban sentido y unidad a nuestras vidas. Así nos han cogido desprevenidos los ataques terroristas que atentan contra nuestras libertades. Totalmente condenables en cualquier caso, pero que deberían hacernos pensar qué nos ha pasado realmente en Europa.
Está claro que en situaciones adversas es cuando se purifica la fe y de ello depende que nuestras reacciones se vuelvan viscerales o evangélicas. El Evangelio solo es radical en el amor y la unidad. No podemos llamarnos cristianos cuando respondemos con miedo, o con la misma violencia o radicalidad que los terroristas. El miedo es egocentrismo puro. Y la violencia solo engendra más violencia. El amor, la unidad y la verdad, son los únicos que pueden generar un diálogo que nos centre en aquello que nos une y no en lo que nos divide. No es fácil ser iconos de la misericordia de Dios para todos sin exclusión. Pero nuestro Maestro y Dios dijo: “Sed misericordiosos como vuestro Padre” y “que todos sean uno”. Misericordiosos con los de cerca y con los de lejos, cuando supone ganar prestigio y cuando es un riesgo. No hay excepciones.
Nuestro gran problema está en que hemos destruido los valores cristianos de nuestra sociedad. Y muchos de los que nos llamamos cristianos vivimos un cristianismo mediocre y cobarde porque no está fundamentado en una experiencia real del Evangelio transformador. Mientras otros se han enorgullecido de construir una sociedad atea y relativista. Si todo vale, si todo da igual, ¿qué nos une? Nuestras divisiones y tensiones ahora no nos favorecen en absoluto. La crisis económica no lo consiguió, pero quizás al fin nos demos cuenta de la necesidad de unirnos. Europa parece que comienza a despertar. Francisco sigue llamando a la unidad.