Lo difícil de ser niño en Peshawar
¿Qué pasa cuando un niño de 14 años ha de huir corriendo por los pasillos de su escuela porque un hombre armado le persigue apuntándole a la cabeza? Los niños, por aquello de ser niños, seguramente no lo entienden; el resto, por aquello de ser adultos, creemos justificarlo.
¿Qué pasa cuando un niño de 14 años ha de huir corriendo por los pasillos de su escuela porque un hombre armado le persigue apuntándole a la cabeza? Los niños, por aquello de ser niños, seguramente no lo entienden; el resto, por aquello de ser adultos, creemos justificarlo.
De clase en clase, niño a niño. Ocho horas de locura indiscriminada en las que más de 140 vidas, la mayoría menores, se vieron sorprendidas por el fin, su fin. ¿Por qué el objetivo eran los niños? 132 vidas convertidas en simples “daños colaterales” de una realidad plagada de extremismos, de injusticia y de desolación.
Desde que el pasado jueves 16 de enero un grupo de terroristas talibanes perpetrara en la escuela de Peshawar uno de los peores ataques insurgentes en el país asiático, nada ha vuelto a ser lo mismo para los alumnos que salieron con vida. Ahora, tras de días de duelo, de banderas a media asta, funerales y minutos de silencio, estos niños vuelven a las aulas; difícil vuelta al cole.
Esta masacre “de crisis nacional”, como la calificó el primer ministro paquistaní, Nawaf Sharif, no hace más que alimentar las ansias de prejuicio occidental hacia el Islam y la cultura musulmana, de las que poco o muy poco sabemos los occidentales, por cierto. Es la “islamofobia”, muy mediática ella.
¿Qué pasa cuando un niño de 14 años ha de huir corriendo por los pasillos de su escuela porque un hombre armado le persigue apuntándole a la cabeza? Los niños, por aquello de ser niños, seguramente no lo entienden; el resto, por aquello de ser adultos, creemos justificarlo.
Dejemos que los niños sean niños y dejemos de acusar al Islam de masacres como la sucedida. Porque toda religión –sí, también el Islam- siempre será contraria al asesinato intencionado de personas inocentes, y en particular niños.
Porque musulmán nunca será sinónimo de yihadista, mientras que niño siempre lo será de inocencia y de felicidad, sin condiciones.