Hamás, Europa y sus judíos evanescentes
Ha sacado un cuchillo en el autobús y se ha lanzado a clavárselo a los pasajeros. Unos jóvenes han logrado salir por una ventana y él los ha perseguido, alcanzado y acuchillado también. Milagrosamente, a la hora que escribir esta líneas solo hablamos de nueve heridos.
Ha sacado un cuchillo en el autobús y se ha lanzado a clavárselo a los pasajeros. Unos jóvenes han logrado salir por una ventana y él los ha perseguido, alcanzado y acuchillado también. Milagrosamente, a la hora que escribir esta líneas solo hablamos de nueve heridos.
Ha sacado un cuchillo en el autobús y se ha lanzado a clavárselo a los pasajeros. Unos jóvenes han logrado salir por una ventana y él los ha perseguido, alcanzado y acuchillado también. Milagrosamente, a la hora que escribir esta líneas solo hablamos de 16 heridos, cuatro muy graves. Pero ha podido ser una inmensa matanza. Que llegará sin duda. Porque la nueva estrategia del terrorismo islamista, en las calles de París como en las de Tel Aviv, apuesta cada vez más por acciones individuales, imprevisibles. Las agresiones con cuchillos o los atropellos o los individuales y suicidas con armamento o explosivo son prácticamente inevitables. Solo hay que encontrar voluntarios. Y la prevención es imposible más allá de una alerta general permanente. Pero es inmenso el terror que estos atentados son capaces de generar. Porque nadie está seguro ya en las calles. El que ayer atacó en Tel Aviv ni siquiera ha muerto. La policía logró neutralizarle con un disparo en la pierna. Luego podrá quizás contar cual ha sido el proceso de toma de la decisión de actuar. Pero ya se sabe quiénes son los que auspician estos ataques. Porque la organización terrorista Hamás, que algunos en Europa no creen lo suficientemente terrorista, ha celebrado el ataque y encumbrado al agresor a la categoría de héroe. Y ha llamado como siempre a los patriotas palestinos a emular tales hazañas.
El atentado no ha merecido apenas mención en los medios españoles. Lógico porque las víctimas son todas judías. Al parecer, cuando los muertos o heridos son judíos los medios en todo el mundo, no solo los españoles muchos dominados por una judeofobia izquierdista realmente obscena, parecen asumir que la noticia es menor. Ha pasado en Francia, donde todas las atenciones se han volcado hacia lo dibujantes y los muertos judíos del supermercado kosher han quedado como daño colateral. Cuando el asesino Amedy Coulibaly, que había estado en Madrid con su mujer días antes, eligió el objetivo por ser lo que era y con la clientela a matar que fuera judía. Como tantos otros atentados que como con cuentagotas han segado vidas judías en Francia y otros países sin apenas grandes noticias. Un fanático mata a dos judíos, a tres judíos, a cuatro judíos. Y la noticia se agota en el fanático y los judíos europeos muertos desaparecen en la bruma, que no el humo que conmemoramos con trágica emoción cada 27 de enero, aniversario de la liberación de Auschwitz y día de memoria del Holocausto. Los humos de Auschwitz, de Buchenwald y Sobibor o Treblinka hace tiempo que se perdieron en lo alto tras cubrir toda Europa con unas cenizas que marcan su historia para siempre. Pero los judíos europeos, los franceses hoy los primeros, se enfrentan a otra evanescencia -la de su presencia física y cultural multimilenaria- con su acelerada emigración hacia Israel en busca de una seguridad que en Francia creen no poder encontrar. Que los judíos en el siglo XXI emprendan su huida del viejo continente para buscar seguridad en un país diminuto en Oriente Medio, rodeado de enemigos mortales, revela una terrorífica quiebra moral y política de Europa. Es una vergüenza que, si no logramos revertir, nos hará más pobres, más débiles y aún más inermes.