THE OBJECTIVE
Marta Parreño Gala

#NOW

El #BringBackOurGirls dejó de leerse, de decirse y de escucharse. Y de unos meses aquí, solo silencio. Siguiente noticia. Otras portadas. Nuevos tweets intantáneos, rápidos, actuales. Dolores nuevos y tragedias frescas para enterrar las antiguas.

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El #BringBackOurGirls dejó de leerse, de decirse y de escucharse. Y de unos meses aquí, solo silencio. Siguiente noticia. Otras portadas. Nuevos tweets intantáneos, rápidos, actuales. Dolores nuevos y tragedias frescas para enterrar las antiguas.

Ya no saben qué más hacer y han decidido esperarse sentados. Desde que sus hijas fueron a la escuela el 14 de abril del año pasado, los familiares de las niñas secuestradas por Boko Haram lo han llorado todo. Han gritado y suplicado para obtener como única respuesta un vacío asfixiante, pegajoso y gris. Un silencio incómodo y un montón de miradas esquivas. 

Su mayor fruto en estos meses de protestas fue la creación espontánea de un hashtag con el que posaron políticos top y top models con ansias de exhibicionismo. Fue la noticia del mes. Pero se diluyeron los días y la atención desapareció como todo lo que se lleva el tiempo, muy rápido. Sin dejar ni rastro. El #BringBackOurGirls dejó de leerse, de decirse y de escucharse. Y de unos meses aquí, solo silencio. Siguiente noticia. Otras portadas. Nuevos tweets intantáneos, rápidos, actuales. Dolores nuevos y tragedias frescas para enterrar las antiguas.

La mujer de rojo espera sentada bajo un gran cartel con el famoso hashtag en el que pide que le devuelvan a su hija. Sobre su cabeza, una palabra gigante: AHORA. Porque la espera ya está siendo demasiado larga. Esperar a una hija secuestrada 280 días es como hacerlo durante 280 años, y en la era de los hashtag, es casi como hacerlo 280 siglos.

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