Cuando Europa mira para otro lado
Lo de Kiev clama al Cielo. Una vez más, familias enteras, niños de todas las edades, adolescentes, jóvenes, ancianos, se han visto obligados a aprovechar corredores humanitarios para no morir en el fuego cruzado.
Lo de Kiev clama al Cielo. Una vez más, familias enteras, niños de todas las edades, adolescentes, jóvenes, ancianos, se han visto obligados a aprovechar corredores humanitarios para no morir en el fuego cruzado.
Lo de Kiev clama al Cielo. Una vez más, familias enteras, niños de todas las edades, adolescentes, jóvenes, ancianos, se han visto obligados a aprovechar corredores humanitarios para no morir en el fuego cruzado. Y esto está ocurriendo en este siglo y en Europa. No escarmentamos.
Recientemente hemos visto fotos de Holland y Merkel intentando convencer a un Putin que no parece dar su brazo a torcer. Por otro lado, el gobierno americano ya manda mensajes al Kremlin para que frene su escalada de violencia. Y en medio de todo este desaguisado, los militares ucranios empiezan a necesitar refuerzos y armamento para resistir las acometidas de los separatistas.
La situación actual es dramática, ya que al caos institucional de Ucrania -parece que la corrupción sigue campando a sus anchas- se ha sumado el crudo invierno y el aparente abandono por parte de la comunidad internacional.
Los europeos no podemos seguir mirando para otro lado. Estamos ante una guerra con todas sus consecuencias. No podemos quedarnos al margen. Extraña que no hayamos visto aún una movilización global por la paz en Europa. Nos han intoxicado de tal manera, unos y otros, que al final hemos caído en una cruel indiferencia que nos pasará factura. Y muy cara.
Estamos viviendo el durante, pero ¿qué pasará después? ¿Cómo se logrará un clima de paz con muertos y familiares en ambos bandos? El tema es muy serio y no parece que a nadie le importe. Putin tiene una gran responsabilidad y la historia le juzgará, pero no sólo a él. Los llamados “observadores” también tendrán que purgar su inmovilismo.
Mirar para otro lado es de cobardes, y para algunos se ha convertido en algo tristemente cotidiano. Y todos pagaremos muy caro, carísimo, no haber actuado antes.
Entonces, ¿alguien va a hacer algo para cortar la hemorragia? ¿O seguimos perdiendo sueño por Tsipras?
Veremos.