No pudimos
Entiendo que la austeridad tiene agobiada el alma española; entiendo la decepción. Pero créanme que el derroche del autoritarismo populista se paga muchísimo más caro
Entiendo que la austeridad tiene agobiada el alma española; entiendo la decepción. Pero créanme que el derroche del autoritarismo populista se paga muchísimo más caro
No soy quién para hablar de Podemos. Pero de lo que sí puedo hablar —y mucho— es del modelo que se implantó en Venezuela, con la asesoría —entre otros— de sus dirigentes.
Entiendo que la austeridad tiene agobiada el alma española; entiendo la decepción. Pero créanme que el derroche del autoritarismo populista se paga muchísimo más caro:
– La escasez de alimentos nos tiene al borde de una tragedia humanitaria.
– La corrupción administrativa contra la cual insurgió este proceso es ahora surrealista. Antes, al menos, se conocía el monto de lo robado.
– La criminalidad, azuzada por la creciente pobreza, diezma a la población.
– El sistema productivo está destruido; los empresarios están siendo encarcelados. Dependemos de las importaciones y ya no hay dólares para importar.
– No hay división de poderes ni derechos humanos.
– Quedan pocos medios de comunicación libres que hayan podido sobrevivir a cierres, amenazas judiciales y multas. Y el miedo y la autocensura se apoderan de la comunicación.
– Tenemos presos políticos; dirigentes opositores en la cárcel, incomunicados; diputados electos destituidos.
– Hay documentación de manifestantes muertos, tortura, estudiantes detenidos.
– Una resolución acaba de autorizar el uso de armas de guerra para repeler las manifestaciones de descontento que suponen se avecinan.
– En fin, Venezuela acaba de atravesar con mucha pena y ninguna gloria los 15 años de bonanza petrolera más grandes de su historia (nos entró un monedero increíble) y ya no es que estamos al borde del abismo: estamos literalmente en caída libre.
En 1998 los venezolanos pensamos que podíamos castigar a AD y a Copei (como decir el PSOE y PP) votando a Chávez. Efectivamente los castigamos: ya nunca más podrán gobernar porque Venezuela se convirtió en un modelo de partido único, un partido armado (y no precisamente de ideas) contra una sociedad indefensa. No pudimos cambiar nuestro destino. Fue peor el remedio que la enfermedad y ahora tampoco podemos salir de esto por más indignados que estemos.