Ausencia absoluta de paz absoluta
Narcisista, egocéntrico, egoísta y violento por naturaleza, el humano nació sin perspectiva y con las prioridades desordenadas hasta el punto de entender que el dinero, la burocracia, la sexualidad, el género, una frontera o un trozo de tierra están por encima de la esencia de vivir, es decir, de nacer, crecer, reproducirse o amarse, morir.
Narcisista, egocéntrico, egoísta y violento por naturaleza, el humano nació sin perspectiva y con las prioridades desordenadas hasta el punto de entender que el dinero, la burocracia, la sexualidad, el género, una frontera o un trozo de tierra están por encima de la esencia de vivir, es decir, de nacer, crecer, reproducirse o amarse, morir.
Meter a veinte niños en una jaula para protestar contra el gobierno es tan impactante como miserable. Importa poco que sea un encierro de mentira, básicamente porque los niños que hay dentro son de verdad. Convertidos en herramienta de protesta y vestidos de naranja color infierno al que nos tienen acostumbrados los verdugos del ISIL, los pequeños sonríen hacinados en mitad de un escenario desolado por la destrucción de la guerra. Un guerra que nace, crece y se reproduce pero que nunca nunca nunca muere.
Únicamente capaz de autodefinirse en contraposición con el otro, el humano alimenta a la guerra para que ésta nunca fallezca de inanición y poder reafirmar sus ideas tumbando así las del otro. Engordada y oronda ella se pasea por todo el globo orgullosa por ir cambiando de forma pero también por tener la capacidad de estar siempre presente. Los que morirán de hambre o de muerte serán como mucho esos niños, sus padres, amigos, vecinos. Cualquiera. Todos. Solo son (o somos) daños colaterales de luchas continuas para lograr el mundo mejor del poderoso de turno en el territorio de turno.
Narcisista, egocéntrico, egoísta y violento por naturaleza, el humano nació sin perspectiva y con las prioridades desordenadas hasta el punto de entender que el dinero, la burocracia, la sexualidad, el género, una frontera o un trozo de tierra están por encima de la esencia de vivir, es decir, de nacer, crecer, reproducirse o amarse, morir. Pero la guerra tomó el relevo desde el principio y desde el principio se lo está comiendo todo, valores y amor incluidos. Creo poder afirmar con pena y certeza que la especie humana no ha conocido tiempo y espacio sin guerra. La muy mezquina ha estado presente cada minuto de todos los días. Está pegada a nosotros, somos nosotros. Ausencia absoluta de paz absoluta.