Todos quieren ser El Óscar
Hollywood. Una ciudad que se erige durante todo el año como la capital del cine vive durante unas horas su fiesta. La fiesta.
Hollywood. Una ciudad que se erige durante todo el año como la capital del cine vive durante unas horas su fiesta. La fiesta.
Llega el glamour y la alfombra roja. Las actrices perfectas y los actores de ensueño. Los maridos soñados y las mujeres fantasiosas. Llegan los libros de película y la película de los libros. Los vestidos de diseño y los diseños que visten. Llegan los flashes y las portadas. Por octogésima séptima vez llegan los Óscar, una ceremonia que reúne a un elenco de estrellas propias del más bello firmamento que por unas horas bajan a la faz de la tierra con el objetivo de firmar un espectáculo digno de sus películas.
Hollywood. Una ciudad que se erige durante todo el año como la capital del cine vive durante unas horas su fiesta. La fiesta. Ningún festival ni premio obtiene tanta repercusión como el de Los Ángeles. Quizás porque Estados Unidos es el único país del mundo que considera la industria cinematográfica puro ‘entertainment’. Y quizás también de esa fuerte convicción de que el cine es puro entretenimiento se alza una gala tan espectacular como las deportivas Super Bowl u All Star, porque otra cosa no pero a espectáculo y fiesta por todo lo alto no les gana nadie. Y porque no decirlo y que valga la redundancia, ese espectáculo es asombrosamente espectacular.
Pero aquí lo importante es que en una ceremonia en la que Birdman parte como la gran favorita, Eddie Redmayne merece EL Óscar. Con mayúsculas.