Soberanía ¿nacional?
Los resultados de las elecciones griegas del pasado 25 de enero fueron una apelación del país a su propia soberanía (y orgullo) nacional como alternativa al estado de grave crisis económica que vive el país. El gobierno de salvación conformado por dos partidos con grandes diferencias ideológicas (SYRIZA y ANEL), se fraguó en base a la puesta en común de una fuerte identidad nacional y un rechazo claro a la imposición de normas por parte de la troika.
Los resultados de las elecciones griegas del pasado 25 de enero fueron una apelación del país a su propia soberanía (y orgullo) nacional como alternativa al estado de grave crisis económica que vive el país. El gobierno de salvación conformado por dos partidos con grandes diferencias ideológicas (SYRIZA y ANEL), se fraguó en base a la puesta en común de una fuerte identidad nacional y un rechazo claro a la imposición de normas por parte de la troika.
Los resultados de las elecciones griegas del pasado 25 de enero fueron una apelación del país a su propia soberanía (y orgullo) nacional como alternativa al estado de grave crisis económica que vive el país. El gobierno de salvación conformado por dos partidos con grandes diferencias ideológicas (SYRIZA y ANEL), se fraguó en base a la puesta en común de una fuerte identidad nacional y un rechazo claro a la imposición de normas por parte de la troika. Pero los resultados de SYRIZA (149 escaños) y del partido de los Griegos Independientes ANEL (13) no fueron las únicas expresiones de apelación nacionalista. De hecho, un partido con un carácter más radical como Amanecer Dorado (XA), abiertamente filonazi, ha pasado a ser el segundo partido de la oposición (17 escaños).
Además de los propios resultados de estas elecciones hay muchas más expresiones que muestran una clara apelación a la soberanía nacional del país como, por ejemplo, las manifestaciones de apoyo a las negociaciones del gobierno en Europa celebradas estos días en Atenas, apoyadas por 4 de cada 5 griegos según las encuestas, o las reiteradas declaraciones de Tsipras refiriéndose a la abolición de la troika.
Lo que pasa en Grecia es sólo un ejemplo más de lo que está ocurriendo en Europa, donde la mayor parte de los gobiernos nacionales apela a su propia soberanía cuando no les gusta lo que viene de fuera, una reacción habitual en los momentos de crisis. De hecho, durante la campaña de las últimas elecciones europeas en Francia, la mayor parte de partidos presentaron sus propuestas en clave estrictamente nacional, mientras que en las recientes protestas alemanas de PEGIDA, una buena parte de los manifestantes portaban la bandera germana.
El contexto de globalización actual está cambiando el modelo soberano. En el caso de Europa, se ha planteado una unión paneuropea de países (UE), cuyos respectivos gobiernos nacionales han ido aceptando una cesión de soberanía en sucesivos tratados. De hecho, la UE tiene a día de hoy la potestad legislativa plena en ciertas áreas como la agricultura o la pesca. Pero hay más, el proyecto europeo de Unión Monetaria (UEM) planteado con la entrada del euro supuso la disolución de los bancos centrales de los distintos países y la creación de uno central y único para toda la Unión: el BCE.
La soberanía popular sobre la UE se manifiesta en las elecciones al Parlamento Europeo y en la ratificación de sucesivos tratados consultados mediante referéndums esporádicos en los distintos países de la UE. Sin embargo, el modelo europeo presenta importantes deficiencias. El funcionamiento de sus instituciones europeas es ciertamente enrevesado, mientras que el peso de los representantes que son elegidos democráticamente es muy limitado, siendo los distintos gobiernos nacionales los que tienen la capacidad real de decisión. El Parlamento Europeo, cuyos representantes son elegidos democráticamente, tiene la capacidad de proponer y aprobar leyes provenientes de los tres órganos en los que se reparte el poder legislativo: (a) el Consejo Europeo, formado por los jefes de Estado de los distintos a países, (b) el Consejo de la UE, formado por los respectivos ministros de cada área, y (c) la Comisión Europea, formada por 28 comisarios elegidos por el Consejo Europeo, o dicho de otra forma, por los propios jefes de Gobierno.
Actualmente, el modelo europeo está en una fase de transición, previa a la plena soberanía europea en la que el Parlamento Europeo pasará a ser el único órgano legislativo y la Comisión Europea la institución desde la que se gobierne sobre toda la unión. Mientras tanto muchas dudas ciernen sobre la realidad de un modelo en el que las grandes potencias se reservan la mayor parte del poder, tal y como ocurre actualmente con el eje francoalemán. Se plantea así un modelo de nuevas minorías, que se está viendo claramente en el caso de Grecia (2,3% de la población y 1,7% del PIB europeo), un país intervenido sin el peso suficiente para poder decidir.
Este nuevo modelo tiende a un nuevo centralismo y pone en entredicho el concepto tradicional de soberanía nacional, donde ya se plantea el desdibujamiento de las fronteras nacionales a partir de los modelos de eurroregiones trazadas en territorios transfronterizos, un modelo de gestión territorial que gozará de altos niveles de autonomía propia.