Tomar las riendas
¿Pero de qué nos sirve? ¿Qué cambia con la crítica? ¿Qué cambia con la queja? ¿Qué te aporta realmente? Los cambios vienen dados por las acciones concretas.
¿Pero de qué nos sirve? ¿Qué cambia con la crítica? ¿Qué cambia con la queja? ¿Qué te aporta realmente? Los cambios vienen dados por las acciones concretas.
En ocasiones, durante algún acompañamiento, ha habido personas que me han expresado directamente el siguiente pensamiento: “me da miedo ser feliz”. Comentan que siempre necesitan estar viviendo un problema, una preocupación, algo a lo que esperar para sentirse bien, tener una queja o un dolor… Y cuando no lo tienen, consciente o inconscientemente, lo buscan; y cuando no lo encuentran, lo crean.
Pero las personas no somos así, no nacemos así. Es un hábito adquirido, creado por los distintos condicionantes que determinan nuestra personalidad. Estas actitudes son las que justifican nuestra constante y supuesta “lógica” de actuar para tener, no para ser y estar. No se trata de conformarse, sino de apreciar. No es cuestión de dejar de ser ambicioso, sino de no ser codicioso.
Poner el foco de tu felicidad en lo que TÚ haces tiene la ventaja de que puedes controlarla, de que tu bienestar depende de lo que haces. Pasas a OCUPARTE. Pero no todas las personas están dispuestas a asumir las riendas de su propia vida y a no preocuparse por lo que no pueden controlar. Lo fácil es dejarse llevar por la corriente del desasosiego, de victimizarse y culpar siempre al exterior. ¿Pero de qué nos sirve? ¿Qué cambia con la crítica? ¿Qué cambia con la queja? ¿Qué te aporta realmente? Los cambios vienen dados por las acciones concretas.
Dos perritos van por un camino y llegan a un castillo que deben atravesar para poder seguir el viaje. El primer perrito entra en el castillo y encuentra una enorme sala llena de espejos. Al verse reflejado observa cómo miles de perritos lo están mirando. Él se asusta y ladra y gruñe, por lo que el resto de perritos ladran y gruñen. Al observar que miles de perritos le ladran y gruñen, huye despavorido por donde ha venido.
El segundo perrito decide probar suerte y se adentra en el castillo y en la sala de los espejos, en la que se encuentra a los miles de perritos reflejados. En vez de ladrar y gruñir, el segundo perrito decide sonreír al resto de perritos. Ellos le devuelven la sonrisa. El segundo perrito atraviesa tranquilamente el castillo y continúa el camino.