Bergoglio ante la corrupción en el patio trasero
América Latina ha logrado avanzar en estos últimos 15 años por el sendero de la autodeterminación con gobiernos progresistas algunos, de izquierda otros, pero siempre bajo el amparo de la legitimidad popular, la práctica democrática y el bolivarianismo como estrategia, en pocas palabras, antiimperialista.
América Latina ha logrado avanzar en estos últimos 15 años por el sendero de la autodeterminación con gobiernos progresistas algunos, de izquierda otros, pero siempre bajo el amparo de la legitimidad popular, la práctica democrática y el bolivarianismo como estrategia, en pocas palabras, antiimperialista.
El Papa Francisco se ha convertido en un personaje referenciable por su carisma y aparente humildad, por ello no podemos perder de vista de dónde viene, para saber a dónde va o a dónde lo han enviado. Francisco es el primer Papa que no sucede a uno muerto en 598 años y además es latinoamericano, y esto definitivamente no es gratuito.
Argentino, Francisco es Papa en una época donde América Latina vive un revuelo progresista de los más determinantes después de la guerra fría, que hoy trae secuelas importantes en Europa y no al contrario, tal como estábamos acostumbrados. Todo esto ha sucedido en el marco de una reactivación de la política de reconquista de su “patio trasero”, tal como siempre ha denominado el poder estadounidense a América Latina, lo que hace aún más relevante la designación de Bergoglio para entender el juego geopolítico y geoestratégico que ha cumplido siempre la iglesia católica en el mundo.
La política exterior de los Estado Unidos en relación con América Latina podemos sintetizarla en las palabras del presidente William Howard Taft, en momentos que los marines invadieron a Nicaragua (1912) y dieron inicio a la ocupación que se mantendría hasta 1933:
«No está distante el día en que tres estrellas y tres franjas en tres puntos equidistantes delimiten nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. El hemisferio completo de hecho será nuestro en virtud de nuestra superioridad racial, como es ya nuestro moralmente.»
Nada más despreciable que el injerencismo y el fascismo estadounidense contra América Latina, pero aún peor son aquellos que siendo latinoamericanos, sirven de alfombra para lograr los claros fines de la política exterior estadounidense, en nombre de la libertad.
Hoy Francisco, el Papa, tiene un rol histórico, y es el de superar al Papa Juan Pablo Segundo, pero cuando digo superarlo no es en carisma o popularidad. Para el poder mundial, el Papa Francisco debe ser tan útil como lo fue el polaco Karol Jósef Wojtyla, para la caída del muro de Berlín, y para los pueblos del mundo, Jorge Mario Bergoglio, debería ser tan útil como para que “no se dejen robar la esperanza”, tal como ha dicho en su visita a Campania en Italia recientemente.
El tema de la corrupción siempre será recurrente en el discurso de los políticos, pero el giro internacional que está tomando el debate de la corrupción desde el gobierno estadounidense, y la constante alusión del Papa Francisco al tema, que ha llegado a un importante culmen cuando ha advertido que “la corrupción apesta”, pareciera no ser una mera coincidencia.
América Latina ha logrado avanzar en estos últimos 15 años por el sendero de la autodeterminación con gobiernos progresistas algunos, de izquierda otros, pero siempre bajo el amparo de la legitimidad popular, la práctica democrática y el bolivarianismo como estrategia, en pocas palabras, antiimperialista. Sin embargo también se ha dejado acompañar de la voracidad de la corrupción como parasistema que se alimenta de las ligerezas del modelo y ha permitido filtrar los avances políticos y sociales con acciones económicas y financieras de un nivel de especulación tal, que se ha convertido en el gran flanco débil de todos aquellos gobiernos que no apoyaron el ALCA, y han convocado a modelos alternativos de integración latinoamericana y caribeña.
Si el mensaje del Papa, es a favor de los pueblos, la lucha contra la corrupción a la que el convoca, no debería atentar contra el avance de aquellos que han decidido ser libres, sino debería convocar a la rectificación de los gobiernos que habiendo hecho la lectura correcta de lo que demandan los pueblos, han sucumbido a las debilidades del capitalismo, pero Bergoglio difícilmente es ajeno a los influjos de los poderes imperiales, por eso es importante festejar su prosa contra la corrupción, siempre que no sea una excusa para la injerencia de unos gobiernos sobre otros, y menos sobre su propio pueblo latinoamericano.