Dales caña, Felipe
¿Qué fue de la pana? ¿Del abogado laboralista? ¿Del socialista antes que marxista? ¿De Isidoro? ¿Del miembro del clan de la tortilla? ¿Del compañero de la compañera Carmen? Estos días hemos conocido a un nuevo Felipe.
¿Qué fue de la pana? ¿Del abogado laboralista? ¿Del socialista antes que marxista? ¿De Isidoro? ¿Del miembro del clan de la tortilla? ¿Del compañero de la compañera Carmen? Estos días hemos conocido a un nuevo Felipe.
Fue él mismo el que dijo aquello de que los expresidentes de gobierno son como esos valiosos jarrones chinos que uno no sabe dónde colocar en la casa. Durante años, tras su salida del poder, hemos visto a Felipe González en muchos lugares equivocados. Recuerdo que meses después de perder las elecciones con el PP, el micrófono de una cámara de Antena 3 TV recogió una conversación suya en un corrillo en el que aseguraba textualmente –poseído por la ira- que Aznar y Anguita eran “la misma mierda”.
Era un Felipe cabreado con el mundo, con los suyos, con sus rivales políticos y con los periodistas que habían contribuido a desalojarle del poder. Poco después se especializó en apostar por los caballos perdedores dentro de su partido y desde esa desubicación saltó a consejos de administración de grandes empresas y asesorar a millonario latinoamericanos.
Más imágenes para el olvido. Como aquella en la que luce tripa y puro en un yate masajeado por unas manos que ya no son las de Carmen Romero. ¿Qué fue de la pana? ¿Del abogado laboralista? ¿Del socialista antes que marxista? ¿De Isidoro? ¿Del miembro del clan de la tortilla? ¿Del compañero de la compañera Carmen?
Estos días hemos conocido a un nuevo Felipe. Y me alegro, de verdad. Ha dado un paso valiente y va a trabajar como abogado para las defensas de los opositores venezolanos Antonio Ledezma y Leopoldo López. Un político que fue referente de la izquierda se ha colocado en una posición incómoda, arriesgada. Se enfrenta al chavismo, una tendencia de nueva izquierda que ha creado franquicias en América Latina y que tiene su marca blanca en España. Un movimiento que se ha aprovechado de los mecanismo de la democracia para llegar al poder y quedarse para siempre.
Como le decían, al que fue tu mano izquierda en los mítines electorales, “dales caña, Felipe”.