Vida, lodo y corrupción
Y tú, ¿hubieras cogido ese sobre de dinero negro? ¿Pondrías la mano en el fuego por ti mismo? ¿La corrupción es consustancial al poder? ¿Todos somos Luis Roldán?
Y tú, ¿hubieras cogido ese sobre de dinero negro? ¿Pondrías la mano en el fuego por ti mismo? ¿La corrupción es consustancial al poder? ¿Todos somos Luis Roldán?
Y tú, ¿hubieras cogido ese sobre de dinero negro? ¿Pondrías la mano en el fuego por ti mismo? ¿La corrupción es consustancial al poder? ¿Todos somos Luis Roldán? Sánchez Dragó ha buceado en el lodo para dibujar un escrito de crimen y castigo, de cielo e infierno, de vida y de muerte. En primera persona, esa que está tan de moda últimamente, se ha atrevido con un caso trillado hasta las entrañas para buscar una perspectiva distinta. Ha rechazado el periodismo, no ha pretendido ser un policía, ni mucho menos un juez. Avisa con vehemencia ya en la portada: ‘Novela de no ficción’. El libro quizá no aporte ningún dato revelador, pero trata de poner por escrito la debilidad de todo aquel que manda sobre muchos, el veneno que termina corrompiendo al que gobierna. “Todos lo hacían. No dije que no”, canta el exdirector de la Guardia Civil en más de una ocasión.
Las páginas estudian la transformación del hombre que roba en aquel que paga con cárcel sus delitos. Roldán se deja operar a corazón abierto por un Dragó incisivo, cariñoso, cruel, amable, y canalla que intenta contar con palabras una redención, lo que quizá no sea posible, o quizá sí.
El autor, en ocasiones, se aburre entre sus propias reflexiones, incluso confiesa que pensó en el suicidio cuando, pluma en mano, todavía se planteaba la imposibilidad de ‘La canción de Roldán’. Es curioso cómo engancha al lector diciéndole que lo que va a leer no merece la pena, hasta que la merece. Y cuánta pena.
Pero, ¿y si Roldán tiene el dinero? ¿Si se ha reído de Dragó y ahora está brindando por ello con el mejor de los licores rusos? Quién sabe. Incluso el escritor de su vida, muerte y resurrección no se atreve a dar la cara por él. No niega siquiera haber terminado escribiendo bajo el peligroso cautiverio de Estocolmo. Qué importa. Ese no es el fin de estas más de seiscientas páginas. El ser humano se eleva por encima de sus delitos, esquivando autos, juicios y demás temas farragosos. Esta es la historia del hombre que se corrompe, de aquel que reconoce su pecado y trata de sobrevivir a él.
“Lo que responda es asunto suyo. Si me ha mentido, demándeselo el Dios con el que se reencontró en su cueva de Segismundo. Yo no lo haré. Vuelvo a decir que me he limitado a escribir una novela”.
Y tú, ¿cogerías el sobre?