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Manos arriba

Adi Hudea perdió a su padre en un bombardeo y ahora vive con su madre en un campo de refugiados entre Siria y Turquía, viendo las bombas y la muerte pasar. Su foto fue publicada hace tres días en Twitter por la también fotoperiodista Nadia AbuShaban y fue compartida por miles de usuarios.

Opinión
  • Periodista y cineasta. Escribo, filmo y creo. He rodado 7 cortometrajes y trabajado en El Periódico de Catalunya, Ling Magazine, COM Radio y La Vanguardia. Ahora en Adams Editorial.

Adi Hudea perdió a su padre en un bombardeo y ahora vive con su madre en un campo de refugiados entre Siria y Turquía, viendo las bombas y la muerte pasar. Su foto fue publicada hace tres días en Twitter por la también fotoperiodista Nadia AbuShaban y fue compartida por miles de usuarios.

Tomada hace tres años en Siria, esta foto capturó en un solo gesto el miedo, la injusticia, la sinrazón y el drama de la guerra. El conflicto tenía un año de vida y el pequeño Hudea levantó las manos en señal de rendición cuando el fotoperiodista Osman Sagirli alzó la cámara para apretar el disparador. Él dio por hecho que era un gatillo, porque en su corta vida había visto demasiadas armas y apenas ninguna cámara; y sabía que los hombres se asesinaban unos a otros sin entender muy bien el por qué ni hasta cuándo. Sabía que las máquinas negras que apuntaban a uno podían matar, así que entendió que ese aparato con un visor dirigido a su rostro era una amenaza inmediata que podía robarle la vida de un solo plumazo.

Adi Hudea perdió a su padre en un bombardeo y ahora vive con su madre en un campo de refugiados entre Siria y Turquía, viendo las bombas y la muerte pasar. Su foto fue publicada hace tres días en Twitter por la también fotoperiodista Nadia AbuShaban y fue compartida por miles de usuarios.

El gesto de puchero inminente provocado por la situación en la que un pequeño confunde una máquina de retratar con una máquina de matar, es el símbolo de uno de los fracasos más grandes de nuestra era: la incapacidad de cuidar de todos los niños y mantenerlos al margen de la codicia, el odio y la violencia de los adultos. Hasta que no seamos capaces de no meterlos en nuestros problemas y de darles cobijo, alimento y amor, también estaremos incapacitados para tener una vida plena. Seguiremos fracasando siempre en un bucle infinito embarazado de ira y desastre.