El Nobel incómodo
Más allá del genio literario, Günter Grass destacó por su fuerte compromiso político, lo que le ha convertido en un personaje polémico que ha sido admirado por muchos y criticado por muchos más. Prueba de ello son las ediciones de los principales diarios internacionales una vez conocido su fallecimiento, las cuales se centraron, además de en el adiós al genio literario, en su fuerte compromiso político.
Más allá del genio literario, Günter Grass destacó por su fuerte compromiso político, lo que le ha convertido en un personaje polémico que ha sido admirado por muchos y criticado por muchos más. Prueba de ello son las ediciones de los principales diarios internacionales una vez conocido su fallecimiento, las cuales se centraron, además de en el adiós al genio literario, en su fuerte compromiso político.
Con Günter Grass (1927-2015), Alemania pierde a uno de sus más importantes representantes literarios del siglo XX. El clímax en su reconocimiento internacional llegó en el año 1999 cuando fue reconocido, además del Príncipe de Asturias de las Letras, con el Premio Nobel de Literatura. El reconocimiento a Grass de ese año fue considerado por algunos expertos como Per Wästberg, miembro del jurado de los Nobel, como la personificación de la cima literaria del siglo XX. El reconocimiento a su figura fue inminente y la propia Ministra de Cultura del país germano, Monika Grütters, se apresuró a afirmar una vez conocido el fallecimiento de Grass que “su legado literario se ubicará junto al de Goethe”.
Más allá del genio literario, Günter Grass destacó por su fuerte compromiso político, lo que le ha convertido en un personaje polémico que ha sido admirado por muchos y criticado por muchos más. Prueba de ello son las ediciones de los principales diarios internacionales una vez conocido su fallecimiento, las cuales se centraron, además de en el adiós al genio literario, en su fuerte compromiso político.
Grass formó parte, junto con otros escritores alemanes como Heinrich Böll (Premio Nobel de Literatura en 1972), del Grupo 47, un grupo intelectual que perseguía la revitalización de la literatura alemana de posguerra. Grass, al contrario que otros intelectuales de la época (más radicales), optó por la moderación siendo de hecho uno de los más simbólicos apoyos del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD).
En plena posguerra, Grass atacó duramente al denominado “moralismo alemán”, encarnado principalmente por los representantes democristianos del CDU (CSU en su facción bávara), muchos de los cuales se habían reconvertido en políticos demócratas a pesar de contar con un reciente pasado nazi. Entre otros representantes, Grass atacó a líderes políticos como Kurt Georg Kiesinger (canciller: 1966-1969) y Hans Filbinger (canciller de Baden-Württemberg: 1966-1978). A finales de la década de 1960, Grass decidió mostrar su apoyo a la campaña del líder socialdemócrata Willy Brandt (canciller: 1969-1974), y a la de líderes socialdemócratas posteriores como Gerhard Schröder (canciller: 1998-2005) y, más recientemente, Peer Steinbrück durante la campaña electoral de 2013, en la que cayó derrotado. Sin embargo, no fue un aliado fácil para los socialdemócratas del SPD. En 1992 Grass se distanció del SPD debido al acuerdo entre socialdemócratas y democristianos para limitar el derecho de asilo. Criticó abiertamente las reformas propuestas por Schröder en su segunda legislatura (2002-2005), llegando a enumerar en un libro las consecuencias negativas derivadas de la aplicación de estas reformas. Y más recientemente, publicó un libro en el que reflexiona sobre una vuelta del partido a sus orígenes.
Pero además de las críticas internas al SPD, Grass fue más allá. Fue un claro opositor a la reunificación de las dos Alemanias (RFD+RDA) en 1989, llegando a defender en cierta forma el pasado comunista de la antigua RDA. Tuvo más polémicas, aunque son las últimas las que más repercusión internacional han alcanzado. En 2006 el propio Grass confirmó, tras la publicación de ciertos documentos comprometidos por parte de la prensa, que había pertenecido en su adolescencia a las SS de la Alemania nazi. Años más tarde, en 2012, publicó un poema en el que criticó abiertamente la posición de Israel en el conflicto con Irán. Este mismo año publicó un artículo crítico con el modelo de la Europa actual y su papel en la crisis de Grecia. Pero, por encima de todo y aunque no suelen ser así reconocidas, quizás estén sus duras críticas a la propia esencia de Alemania como país y a un sentimiento de culpabilidad y recuerdo constante de la segunda Guerra Mundial (“Alemania es una historia sin terminar, porque el Holocausto y el genocidio, estos horribles crímenes, constituyen una historia que no acaba nunca”).