¿Podrá el PT?
El PT suma poco más de doce años en el poder, favorecido hasta hace poco por el ciclo de alta demanda y precios de las materias primas. Eso fue bien aprovechado en políticas sociales y de crecimiento que modificaron el mapa y las expectativas de la sociedad brasileña, pero tuvo la sombra de densas redes de corrupción.
El PT suma poco más de doce años en el poder, favorecido hasta hace poco por el ciclo de alta demanda y precios de las materias primas. Eso fue bien aprovechado en políticas sociales y de crecimiento que modificaron el mapa y las expectativas de la sociedad brasileña, pero tuvo la sombra de densas redes de corrupción.
El apresamiento del tesorero del Partido de los Trabajadores, Joao Vaccari, por el caso Petrobrás llama nuevamente la atención del mundo sobre uno de los más pesados lastres con los que el gobierno de Dilma Rousseff inició su segundo mandato. La imagen del dirigente del partido de gobierno conducido por la policía, cabizbajo y esposado, resume la destructiva conjunción de poder y corrupción, a la que tarde o temprano llega la justicia.
El PT suma poco más de doce años en el poder, favorecido hasta hace poco por el ciclo de alta demanda y precios de las materias primas. Eso fue bien aprovechado en políticas sociales y de crecimiento que modificaron el mapa y las expectativas de la sociedad brasileña, pero tuvo la sombra de densas redes de corrupción.
El escándalo de las “grandes mesadas” que estalló en 2005 llevó a prisión altos dirigentes, incluido entre ellos la mano derecha de Lula, José Dirceu, quien vuelve a aparecer con el medio centenar de nombres vinculados desde comienzos de 2014 al caso Petrobras. Este nuevo entramado de políticos y empresarios salpica otra vez a los partidos más importantes, pero especialmente al PT. El desvío de fondos de la petrolera se remonta a 2004 y, en adelante, en tiempos de bonanza, acumuló daños patrimoniales mayores, chocantes a los brasileños que ahora se resisten a pagar el precio de ineludibles ajustes económicos.
No son esos los únicos casos, pero sí suficientes para ilustrar la erosión ética y en la legitimidad del PT, la pérdida de apoyos a la Presidenta y las trabas en un Congreso donde no cuenta con mayoría.
Rousseff aún tiene salidas, suerte de ventanas por las que deberían asomarse otros gobernantes latinoamericanos afectados por circunstancias similares: mantener la distancia ante los tribunales, para que hagan prontamente su trabajo con total independencia; respetar, escuchar y responder constructivamente a las críticas, y concentrarse en acuerdos de gobernabilidad, con la mayor transparencia y sin la arrogancia de otros tiempos. La gran pregunta es, ¿podrá el PT?