Habla la tierra
Somos un suspiro en mitad de moles de piedra humeantes a punto de reventar, de terrenos sólidos que se resquebrajan sin aviso. Pulgas en mares, sorteando olas que nos tragan a la mínima.
Somos un suspiro en mitad de moles de piedra humeantes a punto de reventar, de terrenos sólidos que se resquebrajan sin aviso. Pulgas en mares, sorteando olas que nos tragan a la mínima.
Llora él y nos arrugamos nosotros, porque un desastre así carece de nacionalidad. El sufrimiento por la pérdida del patrimonio es universal lo contrario, permanecer frío ante esta imagen, sería casi una sociopatía.
Cada catástrofe natural se convierte en, además de un drama mayestático y un duelo perenne por las víctimas, un golpe a nuestro egocentrismo. Somos un suspiro en mitad de moles de piedra humeantes a punto de reventar, de terrenos sólidos que se resquebrajan sin aviso. Pulgas en mares, sorteando olas que nos tragan a la mínima. El hombre se piensa el centro y es apenas un punto en un dibujo que ni siquiera traza él. El terremoto del Nepal, además de enlazarnos en una cadena de la que no debemos salir porque cada ayuda prestada se vuelve a nuestro favor tarde o temprano, además de dolernos por la devastación que dejan a su paso los retortijones de nuestro planeta, debe reflejarnos en el espejo de los nepalíes lo insignificantes que resultamos. Nada. Creamos, inventamos, sublimamos el arte en obras imperecederas, sucumbimos a poseer un conjunto de ladrillos, a arar terruños que pagamos a tocateja convencidos de que nos pertenecen, pero la sensación de propiedad es ilusoria. Aún así alardeamos de que el mundo gira en la dirección que le imponemos.
Tiene mucho de espeluznante la fotografía de un magnífico templo a cuyos pies han orado generaciones enteras, que ambicionaba albergar en él otras tantas por los siglos de los siglos, deshecho en un suspiro. Claro que quien sopla con espíritu aniquilador es quien manda. La tierra. Un planeta que se mueve ajustado a su desorden interno. Que se revuelve como animal herido. Que brama. O que se desliza mansamente. Habla y a nosotros, nano partículas en un escenario que no dominamos por mucho que lo creamos, con frecuencia nos hiere.