Amarillo y azul
Amarillo y azul. Me quedo mirando el cuadro. Miro a mi alrededor. Amarillo y azul, azul y amarillo. ¿Qué veo desde aquí, en mi cuarto o desde la ventana a la calle, amarillo o azul?
Amarillo y azul. Me quedo mirando el cuadro. Miro a mi alrededor. Amarillo y azul, azul y amarillo. ¿Qué veo desde aquí, en mi cuarto o desde la ventana a la calle, amarillo o azul?
Amarillo y azul. Me quedo mirando el cuadro. Miro a mi alrededor. Amarillo y azul, azul y amarillo. ¿Qué veo desde aquí, en mi cuarto o desde la ventana a la calle, amarillo o azul?
Amarillo es un libro de sobre Shackleton que mis compañeros del Archivo Histórico me regalaron cuando vine a Madrid, a mis 40, a buscar trabajo “en eso de escribir”. Azul es un libro sobre navegantes españoles en el Pacífico, que alimentó mis sueños perpetuos de recorrer el mar con don Pedro Sarmiento de Gamboa.
Amarillo es el toldo de un puesto de fruta, en el mercado callejero que hoy toca frente a mi casa. Personas sonrientes llaman a los viandantes con una alegría sencilla y contagiosa. Despiertan la intuición dormida de que todo puede ir bien. Azul es el coche del vecino, que tiene cinco mil sitios para aparcar y acaba siempre en la puerta de mi casa. No, todo no ira bien.
Amarillo es el recuerdo de la primera vez que vi a mi mujer, porque lo primero que vi de ella fue su melena rubia conduciendo el coche, como un destello del destino que me llamaba dentro de un Opel Corsa, qué cosas.
Azul es el mar al que quiero regresar algún día. Un casa sencilla desde la que pueda verse el eterno baile de las mareas y con todos los libros pendientes de leer apilados cerca de una butaca con licor de hierbas.
Seguro que cada lector tendrá también sus propios azules y amarillos. ¿Cuáles son los tuyos?