Un cuento de adas
Grande Barcelona, ya tenemos a Ada. Apartaos los de la vieja política, los de la ideas rancias, los conformistas a sueldo.
Grande Barcelona, ya tenemos a Ada. Apartaos los de la vieja política, los de la ideas rancias, los conformistas a sueldo.
Intensidad, emoción, alegría. Cambio mayúsculo. Magia. Orgullo de una ciudad que ha decidido poner al frente a una mujer honesta y con carácter. Pocas veces una noche electoral tan intensa. Los nervios eran propios de una final de Champions y el resultado no defraudó, al menos para los que arrastramos tantos años defraudados. Grande Barcelona, ya tenemos a Ada. Apartaos los de la vieja política, los de la ideas rancias, los conformistas a sueldo.
Que la política vuelve a levantar pasiones se pudo comprobar el domingo. Que empezamos a despertar de un largo y pegajoso letargo, también. Esta mujer que nos felicitaba a todos tras su gran victoria aseguró que quiere ser alcaldesa para que nunca más haya ciudadanos de primera y de segunda. Y yo la creo porque viene molestando a los grandes poderes políticos y económicos ya desde hace algún tiempo y porque ha conseguido que volvamos a respirar cuando ya estábamos arrastrándonos en el barro.
Ada, Manuela, Mónica… el cambio tiene nombre de mujer. Viene de abajo, de todos. Y llega hasta arriba para impregnarlo todo. Es el resultado de un 15M no tan lejano que muchos se empeñaron en decir que había muerto, aunque en realidad nunca había estado tan vivo, porque sigue presente en cada pequeño gesto que suma para el gran cambio que aún está por venir.