Salida de emergencia
Esta señora siempre ha ofrecido espectáculos bochornosos y ha ejercido la mala educación como forma de gobierno. No es ninguna novedad.
Esta señora siempre ha ofrecido espectáculos bochornosos y ha ejercido la mala educación como forma de gobierno. No es ninguna novedad.
Esta señora siempre ha ofrecido espectáculos bochornosos y ha ejercido la mala educación como forma de gobierno. No es ninguna novedad.
Lo preocupante desde que esta muñecota se hizo con el poder en Madrid, es que hasta hace un cuarto de hora han sido los madrileños los que le han puesto en el trono, presenciando y sabiendo de sus maltratos, sus corruptelas y las desacreditaciones agresivas y peregrinas sobre sus adversarios.
¿Tanto es el miedo que ha podido ejercer? ¿Tanta gente se beneficiaba de todas las tramas corruptas que estaba gestionando? ¿O sencillamente tanta gente ciega y pasiva tenemos a nuestro alrededor?
Me temo que la respuesta es “sí a todo”, por eso celebro que de una buena vez, aunque sea por los pelos, se haya iniciado una leve primavera que desmonte para siempre la puta venda que nos ha tenido inmovilizados durante tantos años de gobierno medieval en el que la hoguera era un sistema moderno.
Celebro con verdadero gozo que personas tan anacrónicas y perversas como Esperanza Aguirre, Rita Barberá o Javier León de la Riva se hayan encontrado de manera imprevista con una forzosa “salida de emergencia” que deje a la ciudadanía liberada del yugo de los padecimientos con que tanto nos han maltratado.
En el caso de Esperanza Aguirre, resulta ridículo que a menos cinco trate de hacer un pacto en el que incluya al PSOE con tal de perpetuarse. Su argumento de evitar a Podemos como una “fuerza radical” subraya su desconexión con el mundo real y los problemas de la ciudadanía.
En el caso de León de la Riva, el hecho de que en el Ayuntamiento de Valladolid las máquinas de destruir documentos estén funcionando en estos días a pleno rendimiento y que estén cerrando contratos para el futuro ahora que se marchan, es sencillamente perverso. Pero no podíamos esperar otra cosa de tan anacrónicos y casposos personajes.
Lo único que deseamos es que nos dejen en paz, y que por favor, cuando se vayan apaguen la luz y dejen la puerta bien cerrada.
Y mientras tanto, Rajoy que siga en sus trece de ocultar la cabeza, diciendo “!Viva el vino!