No quiero envejecer
A Dorian le daba miedo envejecer, sabía que el paso de los años le arrebataría sus rasgos perfectos, su increíble belleza y la tersura de su piel.
A Dorian le daba miedo envejecer, sabía que el paso de los años le arrebataría sus rasgos perfectos, su increíble belleza y la tersura de su piel.
A Dorian le daba miedo envejecer, sabía que el paso de los años le arrebataría sus rasgos perfectos, su increíble belleza y la tersura de su piel.
Aterrorizado por la certeza plena de que toda la belleza que poseía le sería arrebatada por el paso del tiempo, no dudo en hacer un trato con el diablo.
El jamás envejecería, se mantendría joven y bello para siempre, sería el cuadro que de el pinto Basil Hallward, el que reflejaría el deterioro que los años y los excesos cometidos en su vida imprimirían en su rostro.
Dorian consiguió mantenerse joven y bello mientras todos a su alrededor envejecían pero, contrariamente a lo que pensaba, no fue feliz.
Perdió a la mujer que amaba, llevo una vida de excesos y dejaron de importarle los sentimientos de aquellos con los que se rodeaba. Fue inmensamente desdichado y toda su infelicidad quedaba reflejada en el cuadro que envejecía por él.
Cuando al final de la novela de Oscar Wilde, Dorian sube a la buhardilla donde se encuentra el cuadro pintado muchos años atrás, se queda aterrorizado al ver reflejada su alma en el retrato. Siente pánico al reencontrarse con su propio yo retratado en el cuadro y es consciente de la fatal decisión tomada en su juventud.
Debemos envejecer, es ley de vida, no podemos ser siempre jóvenes. La vida con sus alegrías y fracasos trasforma nuestros pensamientos y nuestra manera de ser. Sería absurdo que una persona de 68 años pensara o actuara como lo haría una de 26.
Alguien me dijo una vez que no se sentía mal por tener arrugas, cada una de ellas – me dijo – se produjo por situaciones que he vivido y no reniego de ninguna de ellas, porque son parte de mí.
El sábado pasado vi una de esas películas que ponen en Antena 3 después de comer, aparecía una madre con su hija y me costó un rato averiguar cuál era la madre y cual la hija, no sé si la madre tuvo a su hija a los trece años (no creo) o estaba tan bien retocada que su cara no reflejaba su edad. Lo que si sé, es que no quiero para mí una madre que luche a muerte por ser más joven que yo.
Además, ¿qué ocurre con estas mujeres mantenidas artificialmente jóvenes hasta los sesenta y muchos años? Que un día la cirugía no da para más y se convierten en pocos meses meses en unas momias, pasan de una falsa juventud a una ancianidad patética.
Cher no tenía un retrato, como Dorian, que envejeciera por ella, pero si una hija, Chastity, que engordaba varios kilos cada vez que ella se rebanaba un trozo de carne. Chastity engordaba de una forma directamente proporcional a como su madre rejuvenecía.
Finalmente Chastity decidió que no quería parecerse en nada a su madre, incluido el sexo, y ahora, a sus 41 años, ya es oficialmente un hombre llamado Chaz.
Chaz es, en la actualidad, un hombre corpulento, pero el peso no es uno de sus problemas, al contrario, ahora, es realmente feliz alejado, mejor dicho, situado en el polo opuesto de la estética eternamente juvenil de su madre.