THE OBJECTIVE
Miguel Aranguren

El Puma está en Caracas

Para acallar ciertos rumores acerca de su salud, Felipe confesó, días antes de volar a Caracas, que se había sometido a una operación de corazón, ese corazón del cambio con el que logró que a España no la reconociera , en palabras cargadas de intelectualidad de su otrora fiel escudero.

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Para acallar ciertos rumores acerca de su salud, Felipe confesó, días antes de volar a Caracas, que se había sometido a una operación de corazón, ese corazón del cambio con el que logró que a España no la reconociera <>, en palabras cargadas de intelectualidad de su otrora fiel escudero.

Para acallar ciertos rumores acerca de su salud, Felipe confesó, días antes de volar a Caracas, que se había sometido a una operación de corazón, ese corazón del cambio con el que logró que a España no la reconociera <<ni la madre que la parió>>, en palabras cargadas de intelectualidad de su otrora fiel escudero. Como esas operaciones hoy se realizan con anestesia local, sin necesidad de que te troncen las costillas con la impericia de los aspirantes de Masterchef deshuesando un pollo, Felipe se ha presentado en el otrora reino de su buen amigo Carlos Andrés Pérez con aspecto envidiable, como si caminara a ritmo de bachata.

Este viaje a Venezuela le convierte en nuestro Jimmycarter con acento andaluz, el verificador, el pacificador, el mediador y -según leyenda- el negociador para todo trato allende los mares en el que se juegue una fortuna, lo que en el país del petróleo no es moco de pavo.

Nunca, que se sepa, manifestó González interés semejante por los dolores de un país hermano. Nunca, que se sepa, fue adalid público de los derechos de la oposición encarcelada. Lo que no quiere decir que no le duelan los desmanes ni le preocupen las violaciones continuadas de los derechos humanos por parte de quien, hoy, calienta el sillón en el que otrora se posaran los reales de don Carlos Andrés. En todo caso, es justo aplaudirle sus redaños, pues Maduro en chándal tricolor y con la sombra del pajarito de Chávez revoloteando por su bigote, da bastante miedo. Es justo, además, reconocerle lo accesorio: el sabor caraqueño que le dan a su aspecto esas gafas de sol, cuyo diseño bien podría firmar El Puma; el tostado de su piel, que ayuda a enjalbegar sus cabellos con el blanco del vestido de esas mujeres valerosas, imagen internacional de la resistencia a los bolivarianos de pacotilla.

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