Hacia la legalización
Es fundamental que seamos nosotros mismos, desde nuestra libertad y responsabilidad personal, los que elijamos el camino que queremos, y no un ente gubernamental que promulgue y fuerce ideas y actuaciones morales a todo un colectivo.
Es fundamental que seamos nosotros mismos, desde nuestra libertad y responsabilidad personal, los que elijamos el camino que queremos, y no un ente gubernamental que promulgue y fuerce ideas y actuaciones morales a todo un colectivo.
Yo creo en una sociedad en la que cada individuo debe vivir su vida de la forma que crea más conveniente, siempre que respete los derechos iguales de otros individuos, o dicho de otra manera, todo individuo adulto tiene el derecho y la responsabilidad de tomar las importantes decisiones que guiarán su vida. La otra opción posible de organizar nuestras sociedades es dejar que algunos usen la fuerza para obligar al resto de la sociedad a actuar de una manera que ellos creen más apropiada. Sin embargo, de las muchas decisiones que todos hemos de tomar a lo largo de nuestras vidas, quizás las más importantes sean las decisiones morales, y es fundamental que seamos nosotros mismos, desde nuestra libertad y responsabilidad personal, los que elijamos el camino que queremos, y no un ente gubernamental que promulgue y fuerce ideas y actuaciones morales a todo un colectivo.
En esta dualidad de entender la sociedad se enmarca el problema de las drogas. Durante décadas el debate sobre la legalización de las drogas fue inexistente, y el mensaje de que todo uso es abuso fue omnipresente. Se implantó en la sociedad que la única opción posible para el problema de las drogas era la prohibición y criminalizar su uso y comercialización. Pero en los últimos años, importantes sectores sociales, conscientes del fracaso sin paliativos de las costosísimas políticas en torno a la guerra contras las drogas, hastiados de ver la mano del gobierno inmiscuirse en asuntos de índole personal como este, se mueven ya hacia la legalización.
Desde la erosión del crimen organizado y la corrupción política que promueve ?especialmente en Sudamérica?, hasta la seguridad en la fabricación y cultivo de las diferentes sustancias estupefacientes, son innumerables las razones que avalan, por lo menos, un debate honesto y abierto en torno a la legalización de las drogas en las sociedades democráticas.