Al calor de la ola de calor
Del perejil a la piscina, de la cervecita y el ronquido a la lagartija de chiringuito. Aquí somos quienes realmente somos, desnudamente asfixiados, bajo el sol a discreción. Las ciudades carecen de cualquier sentido a cuarenta grados a la sombra; el poder entra en una pausa con sabor a tierra.
Del perejil a la piscina, de la cervecita y el ronquido a la lagartija de chiringuito. Aquí somos quienes realmente somos, desnudamente asfixiados, bajo el sol a discreción. Las ciudades carecen de cualquier sentido a cuarenta grados a la sombra; el poder entra en una pausa con sabor a tierra.
Parece que el calor viene en oleadas, como los desembarcos de infantería de marina, como las encuestas del EGM, como los robos en los vecindarios sesteantes. El país se desparrama y se diría que las tardes, atacadas de cigarras, no acaban nunca de acabar.
España ha sido tierra de grandes sudadores, gente cabreada a pleno sol. No hay lugar para la amabilidad a cuarenta grados a la sombra, sólo para la resignación panzuda y el abanico. No hay lugar para los sueños y el amor apasionado, incivil, consagratorio. Las calles se doran, se requeman, los ancianos mueren como pajarillos, las turistas francesas se crujen los colorines del alma en bicicleta o en surf, ardiendo como si no hubiera un mañana. Es un extraño ajedrez este de la crueldad del estío: un maltrato celeste en oleadas.
Del perejil a la piscina, de la cervecita y el ronquido a la lagartija de chiringuito. Aquí somos quienes realmente somos, desnudamente asfixiados, bajo el sol a discreción. Las ciudades carecen de cualquier sentido a cuarenta grados a la sombra; el poder entra en una pausa con sabor a tierra. Uno desearía enloquecer en silencio, como la roca caliente, teclear el secreto de las minas de sal y raptar en las grutas marinas a todas las náyades lucientes. Pero hasta los erizos han dimitido hoy, mareados como polizontes.
Uno desearía ser el rey de sus propias alpargatas, como en una magia de espejos, rotando en la quietud de estas horas de telediarios abrasados. Huir, huir de algún modo.