THE OBJECTIVE
Teresa Viejo

Regresión

Si bien en la imagen es invisible una mano adulta, se intuye nítida tras los apéndices del pequeño. Se sospecha la frialdad del hombre en los ojos de quien coquetea entre la vida y la muerte como si lanzara pelotas contra los jugadores de madera de un futbolín.

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Regresión

Si bien en la imagen es invisible una mano adulta, se intuye nítida tras los apéndices del pequeño. Se sospecha la frialdad del hombre en los ojos de quien coquetea entre la vida y la muerte como si lanzara pelotas contra los jugadores de madera de un futbolín.

La miro y la foto tiene un tufo tan irreal que parece un montaje pero casi seguro se trata de una más de esas barbaries extremas que comete el IS ante la pasividad internacional. Un chaval, un machete, un adulto degollado. Un verdugo menor de edad. Ingredientes gore no aptos para mentes sensibles o corazones débiles. O para cualquiera que tenga dos dedos de frente y a quien su empatía con el género humano le arrastre al inodoro de cabeza tras toparse con esta macabra visión. Solo se puede vomitar hiel ante la idea de que un niño asesine en un juego. Lo otro, que sea consciente de la trascendencia de su acción, que valore la culpa y el remordimiento posterior o lo soslaye sin importarle, no lo concibo. El juego es lúdico. La violencia pertenece al mundo real.

Si bien en la imagen es invisible una mano adulta, se intuye nítida tras los apéndices del pequeño. Se sospecha la frialdad del hombre en los ojos de quien coquetea entre la vida y la muerte como si lanzara pelotas contra los jugadores de madera de un futbolín. ¿Es él quien toma la iniciativa de la masacre sin medirla o acaso obedece a alguien que manipula su voluntad? La pregunta, bien meditada, es un pozo sin fondo.
No obstante a pesar de la crudeza de la fotografía ese halo onírico que siempre acompaña a los niños, cuyas existencias cabalgan entre la verdad y su ficción infantil, lleva a sospechar que a lo mejor lo que vemos sea solo el relato de un envite que nunca llegó a cumplirse. Que un niño cometa un delito entraña cierto pasaporte de permisividad del que carece el adulto. Condenaríamos al hombre. Seguro. La siguiente pregunta es, ¿tú perdonarías al niño?

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