THE OBJECTIVE
Marta Parreño Gala

El segundo ojo

Tiene un ojo puesto en la mira telescópica de su máquina de matar, y el otro observando al que le dispara la foto a él. Un ojo escondido, el otro descubierto. Pero seguramente los dos igual de cansados.

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Tiene un ojo puesto en la mira telescópica de su máquina de matar, y el otro observando al que le dispara la foto a él. Un ojo escondido, el otro descubierto. Pero seguramente los dos igual de cansados.

Tiene un ojo puesto en la mira telescópica de su máquina de matar, y el otro observando al que le dispara la foto a él. Un ojo escondido, el otro descubierto. Pero seguramente los dos igual de cansados. Su segundo ojo lo dice todo porque es la única parte de su cuerpo que no se esconde.

Ese ojo dice que está agotado y que no quiere aprender a matar, que lo único que quiere es irse a casa, si es que su casa aún sigue en pie, y quitarse de encima esa tela de saco y todo el dolor que le aplasta la vida. Pero vive en un lugar estrecho, sitiado, en el que le han dicho que hay que morir o matar y en el que la vida pasa por camuflarse en terrenos secos cubiertos de paja y de rabia. Tiene menos de 20 años y le han dado un arma para que aprenda a defenderse de un posible ataque enemigo.

Siempre se es demasiado joven para tener que mirar por uno de esos visores, pero este chico también lo es para tener que sujetar ese aparato frío entre sus manos inexpertas y sobre todo para derrochar tanto desaliento a través de un solo ojo. Y es que ya hay demasiados lugares en el mundo en los que se ha perdido el respeto a la juventud, a la adolescencia e incluso la niñez. Y el desaliento se expande impune a través de ojos cansados como éste cuando algún fotógrafo es capaz de captarlo y traérnoslo a casa para que lo veamos, y lo sintamos, bien cerca.

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