Xenófobos hipócritas
En contra de lo que pudiera parecer, los inmigrantes forzosos no son los más pobres o necesitados de sus respectivos países de origen. Son ya una selección de los que tienen más fuerzas, iniciativa y algunos ahorros para pagar el tránsito que les exigen los nuevos negreros.
En contra de lo que pudiera parecer, los inmigrantes forzosos no son los más pobres o necesitados de sus respectivos países de origen. Son ya una selección de los que tienen más fuerzas, iniciativa y algunos ahorros para pagar el tránsito que les exigen los nuevos negreros.
Las dos palabras griegas, en su aparente cultismo, nos avisan de una común vulgaridad. Todos los partidos gobernantes de la Unión Europea dicen rechazar la xenofobia, pero todos la practican a la chita callando. Ante la tragedia de los desesperados africanos y asiáticos que se agolpan a las puertas de la frontera marítima de la Unión, oídos sordos.
Todo lo más que se les ocurre a los Gobiernos europeos es socorrer malamente a los barcos que naufragan, atestados de los que huyen del hambre o de la violencia política. Tampoco es que sea una acción solidaria de todos los Estados miembros. El esfuerzo recae malamente sobre Italia y menor medida Grecia o España. Los países europeos más ricos se llaman andana.
En contra de lo que pudiera parecer, los inmigrantes forzosos no son los más pobres o necesitados de sus respectivos países de origen. Son ya una selección de los que tienen más fuerzas, iniciativa y algunos ahorros para pagar el tránsito que les exigen los nuevos negreros.
Una novedad frente a las anteriores migraciones masivas es que estos desesperados no vienen atraídos por las oportunidades de trabajo en los países de la Unión. Ese motivo funcionará en algunos pocos casos, pero el móvil fundamental es el aliciente de lo que llamamos Estado de bienestar. Es decir, buscan algo que en su tierra de origen resulta inexistente. Superados los riesgos de la travesía por mar o de las vallas disuasorias, se van a encontrar asistidos en sus necesidades básicas de techo, comida, ropa y servicios sanitarios. Si no se encargan de ello los organismos públicos, lo llevarán a cabo las organizaciones humanitarias.
Da vergüenza el espectáculo de los diplomáticos europeos intentando repartirse las cuotas de refugiados políticos o económicos. Solo admiten a una pequeñísima fracción de solicitantes por aquello de quedar bien. Pero quedan muy mal.