Briznas
Son la imagen más viva de la lucha por la supervivencia, del tesón por existir y por mantener la normalidad de la existencia cuando a los responsables del destino se les ha olvidado que tienen a media humanidad metida entre los escombros.
Son la imagen más viva de la lucha por la supervivencia, del tesón por existir y por mantener la normalidad de la existencia cuando a los responsables del destino se les ha olvidado que tienen a media humanidad metida entre los escombros.
Dentro de esta instantánea viva de la destrucción hay un halo de belleza que no se le escapa al que mira y ve más allá de esa pared negra. Es un espejismo, una especie de ilusión óptica que rinde homenaje a la vida que no se doblega y a la cotidianidad que no desaparece a pesar de que el entorno se haya vuelto imposible.
Esta imagen nos dice que la vida siempre acaba abriéndose paso incluso en los lugares más inhóspitos. He aquí su virtud. Tres niños y un adulto están sentados en un sofá en actitud distendida. Cuatro seres vivos en un espacio muerto que charlan, se miran, observan. Que pasan el rato con una calma extraña, seguramente porque están tan acostumbrados a la destrucción que lo único que cuenta a estas alturas es no tener miedo. Y en este momento el miedo no está, por eso la vida se muestra con normalidad y aparece fuerte y tozuda, bella y serena.
Posiblemente el paisaje que tienen delante continúa hasta el horizonte con la destrucción en cuyo centro se encuentran, pero esta foto recuerda mucho a esas delicadas briznas de hierba que tiñen de verde las grietas del asfalto, que se abren paso estrujadas entre un material más duro y más rudo. Son la imagen más viva de la lucha por la supervivencia, del tesón por existir y por mantener la normalidad de la existencia cuando a los responsables del destino se les ha olvidado que tienen a media humanidad metida entre los escombros.