El negocio chino de nacer, parir y morir
¿Qué problema grave sufre la mente humana para anteponer la fe a la vida? Me niego a aceptar que este tipo de tradiciones sigan dejándose como herencia a futuras generaciones; la muerte de estas dos madres no servirá para frenar el obsesivo control demográfico en China y que hace que, cada año, más de 10.000 bebés sean abandonados. Porque en el Gigante Asiático todo es negocio, desde que naces y pares, hasta que mueres.
¿Qué problema grave sufre la mente humana para anteponer la fe a la vida? Me niego a aceptar que este tipo de tradiciones sigan dejándose como herencia a futuras generaciones; la muerte de estas dos madres no servirá para frenar el obsesivo control demográfico en China y que hace que, cada año, más de 10.000 bebés sean abandonados. Porque en el Gigante Asiático todo es negocio, desde que naces y pares, hasta que mueres.
Dicen que ser mamá es de lo más maravilloso que le puede pasar a una mujer. Un flechazo de amor incondicional y un cambio radical en tu orden de prioridades; ya no eres tú, sino él. Pues no: si acabas de parir y vives en China, puede que el tema se vuelva un poco menos romántico; y sino, que se lo pregunten a las dos mujeres que han fallecido en Shanghái por hacer culto al “zuoyuezi”, una especie de reclutamiento postparto que, lejos de fortalecer el vínculo madre-hijo, lo debilita; en el caso de estas dos mujeres, lo rompe para siempre.
Y no es de broma; la lista de normas que impone esta tradición milenaria es para echarse a temblar. Un mes entero, tal que así: pasar todo el tiempo postrada en la cama, lejos de las ventanas. Nada de aire acondicionado ni duchas. Las más estrictas no leen ni ven la televisión. Y cuidado con mostrar grandes expresiones de sentimientos, como llorar o reír, no es sano. Y lo que más impotencia me causa: no deben tener al bebé en brazos demasiado tiempo porque se cree que éste puede volverse excesivamente dependiente.
Dudo mucho que una buena madre, pensad en la vuestra, fuera capaz de dejarse morir y renunciar a su hijo por ser fiel a una creencia que nada tiene que ofrecerle. Al contrario, les ha arrancado la vida, a ellas y a sus recién nacidos.
¿Qué problema grave sufre la mente humana para anteponer la fe a la vida? Me niego a aceptar que este tipo de tradiciones sigan dejándose como herencia a futuras generaciones; la muerte de estas dos madres no servirá para frenar el obsesivo control demográfico en China y que hace que, cada año, más de 10.000 bebés sean abandonados. Porque en el Gigante Asiático todo es negocio, desde que naces y pares, hasta que mueres.