Los desayunos de Jesper
Esto de las drogas es feo. Y si es verdad que arrasan en Silicon Valley, se me caen los palos del sombrajo, y me da mucha pena, porque estos chicos, después de cientos de desayunos -Jesper lleva 6 meses, o sea, 180 desayunos más o menos- se habrán forrado de drogas inteligentes y no podrán con su alma ni con su cuerpo.
Esto de las drogas es feo. Y si es verdad que arrasan en Silicon Valley, se me caen los palos del sombrajo, y me da mucha pena, porque estos chicos, después de cientos de desayunos -Jesper lleva 6 meses, o sea, 180 desayunos más o menos- se habrán forrado de drogas inteligentes y no podrán con su alma ni con su cuerpo.
En Silicon Valley todos son muy listos, por lo que parece. Mejor dicho, por lo que parecía. Resulta que ahora se ha descubierto que están muy concentrados y se acuerdan de todo por el desayuno que toman.
Yo pensaba que el desayuno bueno consistía en bocadillo de jamón ibérico, vino tinto, y un cortado. Pues no, Jesper, a quien no conozco y del que nunca había oído hablar, se pega a diario un chute de suplemento dietético y fármacos varios que la noticia califica como «drogas inteligentes».
Y así, Jesper tiene fama de listo y de infatigable y hasta es director de tecnología en alguna empresa de allí, y tendrá un sueldo majo y quizá, un bonus a final de año que le permitirá presumir delante de sus colegas masculinos y femeninos, que se admirarán de su concentración y su memoria.
En realidad, Jesper es un tramposete, normalmente listo, como los demás; desconcentrado como los demás y olvidándose de la mitad de las cosas como los demás. Ahora lo ha confesado y nos hemos dado cuenta de que si no fuera por los desayunos, sería un pobre diablo. O sea, lo que somos casi todos, incluso él.
Esto de las drogas es feo. Y si es verdad que arrasan en Silicon Valley, se me caen los palos del sombrajo, y me da mucha pena, porque estos chicos, después de cientos de desayunos -Jesper lleva 6 meses, o sea, 180 desayunos más o menos- se habrán forrado de drogas inteligentes y no podrán con su alma ni con su cuerpo. Y les echarán de sus empresas y contratarán a otros, más jóvenes y más baratos, que, a su vez, descubrirán los fármacos, mejorarán su concentración y su memoria y triunfarán.
Y, al cabo de unos años, ya sabéis lo que pasará.