El polvorín chino

China es la gran incógnita del atribulado mundo actual. De momento mantiene un difícil equilibrio inestable que no se sabe lo que puede durar. Se trata de un capitalismo desaforado con una férrea dictadura comunista.

China es la gran incógnita del atribulado mundo actual. De momento mantiene un difícil equilibrio inestable que no se sabe lo que puede durar. Se trata de  un capitalismo desaforado con una férrea dictadura comunista. Parece improbable que esa combinación vaya a constituir un tipo de régimen que se estudie en los manuales de Ciencia Política.

Uno de los rasgos peculiares del régimen chino es el intento de controlar la información que sale de él o que llega  de fuera. Pero eso es difícil que perdure más tiempo. La Gran Muralla se derrumba por sí sola. Pueden más las fuerzas invisibles de la internet y sus aliados.

Tenemos el ejemplo de la reciente cadena de explosiones y contaminaciones de la ciudad portuaria de Tianjín. La catástrofe es doble porque se intenta administrar con cuentagotas la información que sale del suceso. Acabarán fusilando a algunos desaprensivos empresarios, pero el problema del oscurantismo seguirá en pie. Todavía Vietnam o Corea del Norte podrían mantenerse algún tiempo como Estados de partido único. Pero China es demasiado grande. Hemos visto que una pequeña devaluación de su valuta repercute inmediatamente en la Bolsa mundial. No es una errata. Digo “la Bolsa mundial” porque no hay que una. 

El sistema chino solo se podría mantener por más tiempo si cerrara sus fronteras a cal y canto para entrar y salir. Eso es imposible, entre otras razones porque ya hay desperdigados por el mundo millones de chinos. Además, el Imperio del Sol Naciente necesita la recepción de millones de turistas. Por encima de todo, la comunicación telemática se desborda por doquier. La Guerra del Opio concluyó hace mucho tiempo. Cabe la solución de un régimen militar, pero tampoco perduraría. Lo siento, no sé lo que va a pasar.

Pues no hay más que una.